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Sembrando Esperanza

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URBANIDAD

Un comerciante necesitaba un dependiente. Se presentaron más de cincuenta jóvenes, pero el comerciante escogió muy pronto y sin dificultad.

– ¿Por qué has escogido precisamente a este? No tenía ninguna carta de recomendación.

– Estas equivocado; tenía muchísimas. Al llegar se quitó el barro de las botas y cerró la puerta; con esto vi que hombre ordenado. Al entrar vino un señor de edad, le ofreció pronto una silla; con esto vi que un hombre cortés y de buen corazón. A propósito dejé caer un libro; los otros tropezaron con él y lo apartaron, este lo levantó; con esto vi que era atento y cuidadoso. Esperó con paciencia hasta que le toco el turno, no daba empujones, era modesto. Al hablar con él note que se había cepillado cuidadosamente el vestido, que iba bien peina­do, que los dientes los tenía blanquísimos. Al firmar vi que traía las manos limpias y no tan sucias como aquél otro muchacho «bien».

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