TRABAJADOR / FORJA GRANDES HOMBRES
Garfield, que más tarde fue presidente de los Estados Unidos de Norte América, era tan pobre durante su juventud, que a los dieciséis años, cuando quiso embarcarse, para pagar el pasaje tuvo que ofrecerse de segador durante la cosecha de la mies. El hacendado a quien se presentó, lo rechazó, diciendo: Para este trabajo necesito hombres y no muchachos.
-Y si el muchacho es capaz de hacer el trabajo de un hombre, ¿no sirve tanto como otro cualquiera? preguntó Garfield modestamente, pero confiado. Al granjero le gustó la respuesta y contrató al muchacho. Al día siguiente lo mandó a segar con cuatro hombres. Estos quisieron burlarse de su joven compañero; lo colocaron en medio y, corriendo, a toda prisa comenzaron a segar las mies para cansar al muchacho. Imposible. El nuevo segador trabajaba tan estupendamente, que los más viejos ya deseaban que llegase el mediodía para descansar. Las manos de Garfield se llenaron de ampollas, pero no se quejaba. Después de la comida, pidió por favor a los otros dos que lo dejasen guiar el trabajo de la siega, para demostrar al granjero que también él era capaz de trabajar como un hombre. Pero tuvieron que arrepentirse. Garfield dio una marcha tan precipitada al trabajo que los segadores, que ya por salvar su honor no podían quedar atrás, cayeron agotados al llegar la noche. Garfield no parecía haberse cansado; y cuando los otros se fueron a descansar, pidió una bujía al granjero.
– ¿Para qué la quieres? -le preguntó el dueño.
Quisiera estudiar un poco, porque durante el día no tengo tiempo.
– Pero chico, tú has trabajado hoy por tres hombres, más vale que te acuestes. No me acuerdo bien ¿cómo te llamas?.
– Jaime Abraham Garfield- contestó el muchacho; tomó la bujía, subió a su cuarto y estudió hasta muy avanzada la noche. Y el pobre estudioso llegó a la dignidad de presidente de los Estados Unidos.