ROGAR Y CANTAR A MARIA
Si tú, mi muy gloriosa Señora, estuvieras conmigo, ¿quién podría estar en contra de mí? y si me concedieras la gracia, ¿quién podría rechazarme? Abre ampliamente tus brazos hacia mí, en este momento, y en ellos encontraré refugio. Di a mi alma: «Yo soy tu Abogada, no temas. Como una madre consuela a su hijo, así yo te consolaré». Esta es tu voz, dulce María.
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