PENITENCIA
Queriendo una niña hacer el examen de conciencia para la confesión general, cogió un libro de piedad, y todos los pecados que encontró en aquel libro los escribió en una hoja de papel. Fue al confesor y se los leyó todos, sin entenderlos siquiera. El confesor, al escuchar tanta iniquidad imposible en una niña. Le preguntó:
– Pero, ¿esos pecados los has cometido tú?
– ¡Dios me guarde! -contestó la niña-; yo no los he cometido, los he encontrado en el libro.
Podéis serviros del libro, sí; pero fijándoos sólo en los pecados que habéis cometido. Por lo demás, el libro mejor es vuestra propia conciencia. Si hacéis pasar delante de la conciencia los mandamientos de Dios, uno a uno, la conciencia os diría cuáles son los que habéis cumplido, cuáles son vuestros pecados.