ORACION / HUMILDE
Iba San Ignacio, con sus primeros compañeros, camino de Barcelona. Iban, como de costumbre, a pie y con su hatillo a cuestas, cuando un buen hombre los vio, se apiadó de ellos y les pidió con mucha instancia que le dieran sus bultos, que él tenía buenas fuerzas y se los llevaría. Ellos rehusaban, pero, al fin, importunados, se los dieron y siguieron su camino.
Al llegar a la posada, los padres buscaron cada uno su rincón para encomendarse a Dios. El buen hombre, que los veía hacer esto, buscó también su rincón y se puso de rodillas como ellos. Una vez en el camino le preguntaron:
– ¿Qué haces, hermano, o que; dices en ese rincón donde te arrodillas como nosotros?
Él respondió:
– Lo único que hago es decir: «Señor, éstos son santos y yo soy un jumento; lo que ellos hacen quiero yo hacer; lo que ellos piden quiero yo pedir» y así estoy muy contento encomendándome a Dios.
¿No podéis vosotros hacer una oración parecida?