MI CUENTO DE NAVIDAD II PARTE
Seguimos nuestro recorrido, y ahora tenemos que dar un paso adelante: nuestro presente, la Navidad que hoy vivo, la Navidad que me hace tener actitudes y comportamientos presentes.
El espíritu de la Navidad presente. El espíritu del presente lleva al señor Scrooge (SCROOG) a ver la Navidad tan pobre que está por pasar su empleado Bob; ahí contempla el influjo de su injusticia en los demás. Sí, aquí se encierra una gran verdad: nuestras obras tienen un influjo innegable en los demás.
¿Cómo se encuentra toda la gente que está a mi alrededor? Ojalá que cada uno de nosotros sea un foco de alegría, que haga feliz a los demás. Eso sería prestarse a Jesús para que a través de nosotros pueda amar a los que nos rodean.
Ojalá tomemos la responsabilidad de hacer pasar una feliz Navidad a los que nos rodean. No olvidemos que hay más felicidad en dar que en recibir.
Aquí se esconde otro secreto para preparar bien la Navidad: Dándonos a los demás.
Decir: “¡Feliz Navidad!”, para nosotros quiere decir: “¡Yo haré todo lo que está de mi parte para que pases una feliz Navidad!”
Si tienes tristeza, ¡alégrate! La Navidad es GOZO.
Si tienes enemigos, ¡reconcíliate! La Navidad es PAZ.
Si tienes amigos, ¡búscalos! La Navidad es ENCUENTRO.
Si tienes pobres a tu lado, ¡ayúdalos! La Navidad es DAR.
Si tienes orgullosa soberbia, ¡sepúltala! La Navidad es HUMILDAD.
Si tienes deudas, ¡págalas! La Navidad es JUSTICIA.
Si tienes maldad y pecado, ¡arrepiéntete y cambia! La Navidad es CONVERSIÓN Y GRACIA.
Si tienes tinieblas, ¡enciende tu farol! La Navidad es LUZ.
Si tienes resentimientos, ¡olvídalos! La Navidad es PERDÓN.
Estamos a escasos días de celebrar la Navidad. ¿Cómo va todo? ¿Los que te rodean están felices? Pero, el que va a venir, ¿está feliz?
Que en esta Navidad el centro sea el Niño Jesús; espero que luego de una buena confesión lo recibas en la Misa y ahí, en tu corazón, esté feliz.
La Misa. Este es otro elemento muy importante de la Navidad; central, diría yo. Preparemos bien la cena, los regalos, pero sobre todo, preparemos bien la Misa de Navidad. Regálale a Jesús esa hora que dura la Misa. Ve –primer paso importante- y olvídate de todo lo demás. Que en esta Misa Jesús sea para ti lo único necesario, solo para ti. En esta Misa tenemos que ocuparnos de atender bien al Niño Jesús. ¿Cómo? Poniendo atención a las lecturas: dejándonos llevar por el Espíritu Santo que nos habla en nuestro corazón -recordemos que las lecturas no son otra cosa más que el mismísimo Jesucristo que irrumpe en el templo para proclamar su palabra- y poniendo atención a la consagración: ¡Es el Niño que viene a nacer en mi alma! Ábrele tu corazón; dale posada, no se la niegues, que sea la mejor Misa vivida, al terminar este año.
La Navidad se prepara en lo ordinario de mi vida: Jesús nació en un pesebre.
Contemplar esta Navidad nos da una ventaja sobre las Navidades pasadas: depende todavía de nosotros. Somos nosotros quienes podemos planearla totalmente: ¡Todavía está en nuestras manos! Aprovechémonos de esto.
Esta Navidad es toda tuya, hazla tuya. La puedes preparar bien. Para ello tienes el gimnasio de la vida ordinaria. Ahí te puedes ejercitar y preparar lo mejor posible.
Aquí emerge un tercer elemento importante (hemos visto la confesión y la Misa): la preparación a la Navidad tiene que estar adornada con obras.
Cuando compraste el arbolito no lo adornaste de ideas y buenas intenciones. ¡No!, le colocaste esferas, luces, estrellas. Así también tu Navidad, no la adornes de ideas y buenas intenciones: prepárala con obras. Y para ello cuentas con 24 horas al día. Tienes todo el día para llenarlo de detalles, para preocuparte por los demás.
Jesús para nacer no se mandó a hacer un palacio. Aprovechó una cueva y ahí quiso nacer. Así cada uno de nosotros: no imaginemos castillos en el aire, aprovechemos lo que tenemos para que ahí nazca el Señor. Quien tenga mucho, que aproveche lo mucho que tiene; quien tenga poco, que aproveche lo poco que tiene.
Tenemos escasos días para hacer felices a los demás, aprovechémoslos.
Esta Navidad quiero ser tu pino Señor. Un pino sencillo de los que nacen en las sierras, pero con unas ramas verdes y frescas, alimentado por la sabia de tu vida divina.
Como un reflejo tuyo, mi forma será triangular, signo de la Santísima Trinidad y si una rama sobresale demasiado, hazme sensible para cortarla a tiempo antes de que me deforme demasiado.
Empezaré a limpiar mi tronco y mis ramas de todo musgo o heno que tenga. Y así, poco a poco, quitaré todo lo que me estorba: mi egoísmo, mis envidias, mis incomprensiones, mi orgullo, mi soberbia, que como «plaga» crecen sin que yo me de cuenta.
Como un recuerdo de todas las estrellas que brillaron esa noche bendita en que Tú naciste, me llenaré de foquitos de colores para reflejar a los demás la alegría de Tú venida al mundo.
Escogeré unas esferas doradas, las más brillantes, para que representen todas mis ALABANZAS, por el sol que sale cada día, por las estrellas, por los atardeceres tan hermosos, y por todas las maravillas del mundo que Tú creaste para nosotros, por ser nuestro Ser Supremo.
Yo quiero ser esta y todas las próximas Navidades, tu pino Señor. Lléname de alegría para participar a todos mis hermanos el gozo de poseerte.
¡FELIZ NAVIDAD CON JESÚS, MARÍA Y JOSÉ! (continúa el próximo domingo…)