Lecturas del Visitación de la Virgen María
Primera lectura
Regocíjate, hija de Sión; grita de júbilo, Israel; alégrate y gózate de todo corazón, Jerusalén. El Señor ha cancelado tu condena, ha expulsado a tus enemigos. El Señor será el rey de Israel, en medio de ti, y ya no temerás. Aquel día dirán a Jerusalén: «No temas, Sión, no desfallezcan tus manos. El Señor, tu Dios, en medio de ti, es un guerrero que salva. Él se goza y se complace en ti, te ama y se alegra con júbilo como en día de fiesta.» Apartaré de ti la amenaza, el oprobio que pesa sobre ti.
Palabra de Dios
Salmo
R/. Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel
El Señor es mi Dios y salvador:
confiaré y no temeré,
porque mi fuerza y mi poder es el Señor,
él fue mi salvación.
Y sacaréis aguas con gozo
de las fuentes de la salvación. R/.
Dad gracias al Señor,
invocad su nombre,
contad a los pueblos sus hazañas,
proclamad que su nombre es excelso. R/.
Tañed para el Señor, que hizo proezas,
anunciadlas a toda la tierra;
gritad jubilosos, habitantes de Sión:
«Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel.» R/.
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
María, madre mía. Quiero caminar hacia Jesús. Si me siento indigno de Él, si me siento sucio, impuro, caído, te pido tómame la mano y llévame hacia Él.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 1, 39-56
En aquellos días, María se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de Judea, y entrando en la casa de Zacarías, saludó a Isabel. En cuanto ésta oyó el saludo de María, la creatura saltó en su seno. Entonces Isabel quedó llena del Espíritu Santo, y levantando la voz, exclamó: “Tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a verme? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno. Dichosa tú que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor”. Entonces dijo María: “Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi salvador, porque puso sus ojos en la humildad de su esclava. Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, porque ha hecho en mí grandes cosas el que todo lo puede. Santo es su nombre y su misericordia llega de generación en generación a los que lo temen. Ha hecho sentir el poder de su brazo: dispersó a los de corazón altanero, destronó a los potentados y exaltó a los humildes. A los hambrientos los colmó de bienes y a los ricos los despidió sin nada.
Acordándose de su misericordia, vino en ayuda de Israel, su siervo, como lo había prometido a nuestros padres, a Abraham y a su descendencia, para siempre”. María permaneció con Isabel unos tres meses, y se volvió a su casa.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Dichosa tú, María que has creído que se cumplirían las palabras del Señor. Ese es mi más profundo deseo: que se cumplan las palabras del Señor. Supiste actuar conforme al amor. Supiste caminar con la confianza puesta en Dios. Días oscuros, cuántos habrás vivido; días fríos, solos, en tu hogar. Cristo se había ido. ¿Cuánto habría de durar la soledad?
Y el deseo de ver a tu hijo ser feliz, de verlo crecer y de no verlo sufrir, qué difícil fue verlo quebrado. Mas fue feliz y tú lo viste, pero fue feliz en el dolor. Aquella espada en el alma.
No habían pasado siquiera tres años y a tu hijo le anunciaban pronta muerte. ¿Dónde aprendió a amar de tal manera, que ni la misma muerte tortuosa le aplacó el deseo de amar? Detrás de Él hubo una madre que le amó de tal manera, que le enseñó a mirar constantemente más allá de su propia vida. Amándolo tanto lo habías preparado a amar. Te dejaría, María. Y lo despedirías con la misma confianza con que lo diste a luz.
Cambiaste la humanidad, Madre mía, engendrado al mismo Dios que se encarnó. Tú tan sólo una criatura, pero tan generosa. Tan sólo una criatura, pero tan silenciosa. Tan sólo una criatura, pero tan comprensiva. Tan sólo una criatura, pero llena de gracia. Tan sólo una criatura, pero la Madre del Señor. Tan sólo una criatura, pero también mi madre.
Creíste. Feliz seas, Madre mía, que creyendo abriste el mundo al mismo Dios; y el mismo Dios nos vino a redimir. He ahí a mi madre.
He aquí a tu hijo, he aquí a tu hija. Quiero caminar contigo hasta la cruz y escuchar a mi Señor decir «he ahí a tu madre».
«Esos días, María corría hacia una pequeña ciudad en los alrededores de Jerusalén para encontrarse con Isabel. Hoy, sin embargo, la contemplamos en su camino hacia la Jerusalén celestial, para encontrar finalmente el rostro del Padre y volver a ver el rostro de su hijo Jesús.[…] Ha sido la primera en creer en el Hijo de Dios, y es la primera en ser ascendida al cielo en alma y cuerpo. Fue la primera que acogió y tomó en brazos a Jesús cuando aún era un niño, es la primera en ser acogida en sus brazos para entrar en el Reino eterno del Padre. María, una humilde y sencilla joven de un pueblecito perdido de la periferia del Imperio romano, justamente porque acogió y vivió el Evangelio, fue admitida por Dios para estar en la eternidad al lado del trono de su Hijo. De este modo el Señor derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes».
(Ángelus S.S. Papa Francisco, 15 de agosto de 2016)
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Rezaré un misterio del rosario por quienes no conocen aún a su madre celestial, María, madre de Jesús y madre nuestra.