Lecturas del Viernes de la XXVII Semana del Tiempo Ordinario. San Juan XXIII, papa. Santa María Soledad Torres Acosta, virgen
Primera Lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas (3,7-14):
Comprended de una vez que hijos de Abrahán son los hombres de fe. Además, la Escritura, previendo que Dios justificaría a los gentiles por la fe, le adelantó a Abrahán la buena noticia: «Por ti serán benditas todas las naciones.» Así que son los hombres de fe los que reciben la bendición con Abrahán, el fiel. En cambio, los que se apoyan en la observancia de la ley tienen encima una maldición, porque dice la Escritura: «Maldito el que no cumple todo lo escrito en el libro de la ley.» Que en base a la ley nadie se justifica ante Dios es evidente, porque lo que está dicho es que «el justo vivirá por su fe», y la ley no arranca de la fe, sino que «el que la cumple vivirá por ella.» Cristo nos rescató de la maldición de la ley, haciéndose por nosotros un maldito, porque dice la Escritura: «Maldito todo el que cuelga de un árbol.» Esto sucedió para que, por medio de Jesucristo, la bendición de Abrahán alcanzase a los gentiles, y por la fe recibiéramos el Espíritu prometido.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 110,1-2.3-4.5-6
R/. El Señor recuerda siempre su alianza
Doy gracias al Señor de todo corazón,
en compañía de los rectos, en la asamblea.
Grandes son las obras del Señor,
dignas de estudio para los que las aman. R/.
Esplendor y belleza son su obra,
su generosidad dura por siempre;
ha hecho maravillas memorables,
el Señor es piadoso y clemente. R/.
Él da alimento a sus fieles,
recordando siempre su alianza;
mostró a su pueblo la fuerza de su obrar,
dándoles la heredad de los gentiles. R/.
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor Jesús, quiero ponerme en tu presencia para que, tomando conciencia de lo que eres, te ame apasionadamente como Tú lo has hecho desde la creación del mundo hasta el momento de tu nacimiento, desde el pesebre hasta la cruz y desde la cruz hasta llegar a mi lado.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 11, 15-26
En aquel tiempo, cuando Jesús expulsó a un demonio, algunos dijeron: “Éste expulsa los demonios con el poder de Belzebú, el príncipe de los demonios”. Otros, para ponerlo a prueba, le pedían una señal milagrosa. Pero Jesús, que conocía sus malas intenciones, les dijo: “Todo reino dividido por luchas internas va a la ruina y se derrumba casa por casa. Si Satanás también está dividido contra sí mismo, ¿cómo mantendrá su reino? Ustedes dicen que yo arrojo a los demonios con el poder de Belzebú. Entonces, ¿con el poder de quién los arrojan los hijos de ustedes? Por eso, ellos mismos serán sus jueces. Pero si yo arrojo los demonios con el dedo de Dios, eso significa que ha llegado a ustedes el Reino de Dios. Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros; pero si otro más fuerte lo asalta y lo vence, entonces le quita las armas en que confiaba y después dispone de sus bienes. El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama. Cuando el espíritu inmundo sale de un hombre, anda vagando por lugares áridos, en busca de reposo, y al no hallarlo, dice: ‘Volveré a mi casa, de donde salí’. Y al llegar, la encuentra barrida y arreglada. Entonces va por otros siete espíritus peores que él y vienen a instalarse allí, y así la situación final de aquel hombre resulta peor que la de antes”.
Palabra del Señor
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Hay un viejo dicho que dice: Hace más ruido un árbol que cae que un bosque que crece.
Juzgar y hablar mal sobre sucesos o personas tiene, regularmente, un efecto negativo. La tendencia natural que tenemos es pensar mal sin haber conocido todas las circunstancias. No se trata de dejar de ser críticos y nunca juzgar lo que es incorrecto, sino de hacer un esfuerzo por promover el bien que muchas veces queda en el olvido.
Cristo fue juzgado en el pensamiento de las personas que le veían y vio claramente la obra del demonio en estos actos aparentemente inapreciables. No dudó al corregir este defecto y fue radical en el momento de señalar el error. O promovemos el bien o promovemos el mal; no existe término medio. O recogemos el bien que encontramos en cada momento de nuestra vida o dispersamos en el olvido todo acto generoso que pudimos haber valorado.
Es difícil fijarnos siempre en lo bueno de las mil noticias que nos llegan. Pero, si hacemos el hábito de buscar el bien, podremos llegar al punto en que veremos la mano de Dios llena de bondad por detrás de cada desastre o incomprensión, porque todo contribuye al bien para aquellos que aman a Dios (Rm. 8,28).
Siempre existirá el bien, pero es nuestra misión hacerlo resplandecer. Ayuda bastante dejar de lado los juicios e intentar ponernos sencillamente delante del sagrario, llevar al altar todo lo que no entendemos en el momento y esperar pacientemente, así como María lo hizo junto al pesebre, junto a la cruz y, hasta el día de hoy, junto al sagrario.
«Hoy se es perseguido no solo por ser cristianos sino también porque se es imagen de Dios, y por esto el demonio persigue y los imperios continúan las persecuciones hoy. Nosotros no debemos permitirnos ser ingenuos. Hoy en el mundo no solo los cristianos son perseguidos: los humanos, el hombre y la mujer, porque el padre de toda persecución no tolera que sean imagen y semejanza de Dios. Y ataca y destruye esa imagen. No es fácil de entender esto, se requiere mucha oración para entenderlo. Que el Señor, hoy, nos haga entender mejor esta gran persecución cultural a través de las colonizaciones culturales, a través de la guerra, a través del hambre, a través de la esclavitud. Que el Señor nos haga entender: hoy el mundo es un mundo de esclavos; no es fácil ser libre, hoy. Que el Señor nos dé la gracia de luchar contra esto y restaurar con la fuerza de Jesucristo -porque Él ha venido para esto, para recrear, para restaurar- la imagen de Dios que están en todos nosotros».
(Homilía de S.S. Francisco, 1 de junio de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy trataré de ver la mano de Dios en alguna persona o circunstancia concreta y buscaré hacer siempre el bien.