Lecturas del Martes de la 30ª semana del Tiempo Ordinario
Primera lectura
Sed sumisos unos a otros con respeto cristiano. Las mujeres, que se sometan a sus maridos como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la Iglesia; él, que es el salvador del cuerpo. Pues como la Iglesia se somete a Cristo, así también las mujeres a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a su Iglesia. Él se entregó a sí mismo por ella, para consagrarla, purificándola con el baño del agua y la palabra, y para colocarla ante sí gloriosa, la Iglesia, sin mancha ni arruga ni nada semejante, sino santa e inmaculada. Así deben también los maridos amar a sus mujeres, como cuerpos suyos que son. Amar a su mujer es amarse a sí mismo. Pues nadie jamás ha odiado su propia carne, sino que le da alimento y calor, como Cristo hace con la Iglesia, porque somos miembros de su cuerpo. «Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne.» Es éste un gran misterio: y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia. En una palabra, que cada uno de vosotros ame a su mujer como a sí mismo, y que la mujer respete al marido.
Palabra de Dios
Salmo
R/. Dichosos los que temen al Señor
Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos.
Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien. R/.
Tu mujer, como parra fecunda,
en medio de tu casa;
tus hijos, como renuevos de olivo,
alrededor de tu mesa. R/.
Esta es la bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión,
que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida. R/.
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, dame la gracia de ver más allá de lo superficial; que pueda ser como un niño que se maravilla de todo y se entusiasma contemplando las cosas que Tú has creado; que me dé cuenta de tu amor infinito para que pueda responderte con un sí de corazón a corazón. Pídeme lo que quieras y dame lo que me pides.
Evangelio
Del santo Evangelio según san Lucas 13, 18-21
En aquel tiempo, Jesús dijo: “¿A qué se parece el Reino de Dios? ¿Con qué podré compararlo? Se parece a la semilla de mostaza que un hombre sembró en su huerta; creció y se convirtió en un arbusto grande y los pájaros anidaron en sus ramas”.
Y dijo de nuevo: “¿Con qué podré comparar al Reino de Dios? Con la levadura que una mujer mezcla con tres medidas de harina y que hace fermentar toda la masa”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
De un grano de mostaza sale un árbol grande y observando la naturaleza podemos descubrir el mensaje que Dios tiene para nosotros. Cada vez que contemplamos un atardecer o un amanecer esto nos dirige a Dios, como cuando miramos un árbol y hace que nuestra mirada vaya hacia arriba, al cielo. En las cosas pequeñas también Dios se hace presente; seguramente pasan desapercibidas por el tamaño, pero son esos detalles que Él tiene con nosotros dejándonos palpar su poder creador que da vida y mueve las cosas. Es algo tan sencillo como ver una semilla crecer que un día se siembra y, con los cuidados necesarios, crece y da fruto. O los animales pequeños que nos muestran cuánto pensó Dios en la creación antes de hacerla planeando hasta el último centímetro. Nuestro Dios es un Dios lleno de detalles.
La forma en la que Dios nos habla no se queda solo en la naturaleza, también está presente en lo que hacen las personas. Como signo de gratitud a la gente que nos ha ayudado en nuestra formación, sea de manera económica o espiritual, la visitamos, y como es un momento tan especial para ellos, siempre preparan un platillo especial para recibir a los hermanos religiosos de Roma. En estos momentos, cuando se nota la dedicación y el cariño con que la gente prepara la comida, Dios se hace presente, y a través de la compañía de la gente y las cosas que nos dan, nos sentimos presentes en la mente de Dios y amados por un corazón que es más grande que todo el mundo.
Esto es el reino de Cristo, que descubramos su amor y que compartamos esa experiencia con los demás.
«“Bienaventurados sean estos porque, bienaventurados sean aquellos porque…”. Así son las ocho bienaventuranzas y estaría bien aprenderlas de memoria para repetirlas, para tener en la mente y en el corazón esta ley que Jesús nos dio. Prestemos atención a este hecho: la razón de la dicha no es la situación actual, sino la nueva condición que los bienaventurados reciben como regalo de Dios: “porque de ellos es el reino de los cielos”, “porque serán consolados”, “porque heredarán la tierra”, y así sucesivamente.»
(Audiencia de S.S. Francisco, 29 de enero de 2020).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Cada vez que vea un árbol alto levantar la mirada y recordar que estoy hecho para ir al cielo.