Lecturas del Martes de la 2ª semana de Adviento
Primera lectura
«CONSOLAD, consolad a mi pueblo
—dice vuestro Dios—;
hablad al corazón de Jerusalén,
gritadle,
que se ha cumplido su servicio,
y está pagado su crimen,
pues de la mano del Señor ha recibido
doble paga por sus pecados».
Una voz grita:
«En el desierto preparadle
un camino al Señor;
allanad en la estepa
una calzada para nuestro Dios;
que los valles se levanten,
que montes y colinas se abajen,
que lo torcido se enderece
y lo escabroso se iguale.
Se revelará la gloria del Señor,
y verán todos juntos
—ha hablado la boca del Señor—».
Dice una voz: «Grita».
Respondo: «¿Qué debo gritar?».
«Toda carne es hierba
y su belleza como flor campestre:
se agosta la hierba, se marchita la flor,
cuando el aliento del Señor
sopla sobre ellos;
sí, la hierba es el pueblo;
se agosta la hierba, se marchita la flor,
pero la palabra de nuestro Dios
permanece por siempre».
Súbete a un monte elevado,
heraldo de Sión;
alza fuerte la voz,
heraldo de Jerusalén;
álzala, no temas,
di a las ciudades de Judá:
«Aquí está vuestro Dios.
Mirad, el Señor Dios llega con poder
y con su brazo manda.
Mirad, viene con él su salario
y su recompensa lo precede.
Como un pastor que apacienta el rebaño,
reúne con su brazo los corderos
y los lleva sobre el pecho;
cuida él mismo a las ovejas que crían».
Palabra de Dios
Salmo
R/. Aquí está nuestro Dios, que llega con poder.
V/. Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra;
cantad al Señor, bendecid su nombre,
proclamad día tras día su victoria. R/.
V/. Contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones.
Decid a los pueblos: «El Señor es rey,
él gobierna a los pueblos rectamente». R/.
V/. Alégrese el cielo, goce la tierra,
retumbe el mar y cuanto lo llena;
vitoreen los campos y cuanto hay en ellos,
aclamen los árboles del bosque. R/.
V/. Delante del Señor, que ya llega,
ya llega a regir la tierra:
regirá el orbe con justicia
y los pueblos con fidelidad. R/.
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Buen Pastor, ven a mí y llévame de nuevo al rebaño. Ayúdame a confiar en ti en los momentos en que me sienta perdido en medio de mi rutina y mis frustraciones.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 18, 12-14
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «¿Qué os parece? Suponed que un hombre tiene cien ovejas: si una se le pierde, ¿no deja las noventa y nueve en el monte y va en busca de la perdida? Y si la encuentra, os aseguro que se alegra más por ella que por las noventa y nueve que no se habían extraviado. Lo mismo vuestro Padre del cielo: no quiere que se pierda ni uno de estos pequeños”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Cuando tenía unos 12 años, fui por la primera vez a otra ciudad (mucho más grande que la mía) para visitar unos familiares. Me habían dicho que me iban a buscar en la estación después que llegase y que no necesitaba preocuparme de nada. Por esa razón, no llevé dinero conmigo. Llegué, miré a mi alrededor y me senté en un banco cerca de la calle. Bien… tuve que esperar por unas 4 horas y todavía me acuerdo bien lo que pasaba en mí corazón: ¡mucho miedo! Pensaba “¿será que van a venir? ¿Se han olvidado de mí? ¿Tendré que pasar la noche aquí en la estación? ¿O mejor, debo pedir dinero a alguien y llamar un taxi?
En medio de esta nube oscura de ansiedad, vi un coche con un color conocido y una sonrisa enorme de mi tía que tuvo problemas en su trabajo y no pudo llegar a tiempo. En ese día aprendí lo difícil que es confiar.
Me imagino que la oveja perdida, si pudiera pensar, estaría preguntándose si el pastor se había acordado de ella. “¡Somos cien ovejas, todas igualitas! Ciertamente el pastor no vendrá…”. No es así. El pastor verdadero deja las noventa y nueve en el desierto por la única que se descarrió. ¡Toda oveja perdida es digna de esperanza!
«Deberíamos reflexionar con frecuencia sobre esta parábola, porque en la comunidad cristiana siempre hay alguien que falta y se ha marchado dejando un sitio vacío. A veces esto es desalentador y nos lleva a creer que se trate de una pérdida inevitable, una enfermedad sin remedio. Es entonces que corremos el peligro de encerrarnos dentro de un redil, donde no habrá olor de oveja, sino olor a encierro. ¿Y los cristianos? No debemos ser cerrados, porque tendremos el olor de las cosas cerradas. ¡Nunca! Hay que salir y no cerrarse en sí mismo, en las pequeñas comunidades, en la parroquia, considerándose «los justos». Esto sucede cuando falta el impulso misionero que nos lleva al encuentro de los demás. En la visión de Jesús no hay ovejas definitivamente perdidas, sino sólo ovejas que hay que volver a encontrar. Esto debemos entenderlo bien: para Dios nadie está definitivamente perdido. ¡Nunca! Hasta el último momento, Dios nos busca. Pensad en el buen ladrón; pero sólo en la visión de Jesús nadie está definitivamente perdido. La perspectiva, por lo tanto, es totalmente dinámica, abierta, estimulante y creativa. Nos impulsa a salir en búsqueda para emprender un camino de fraternidad. Ninguna distancia puede mantener alejado al pastor; y ningún rebaño puede renunciar a un hermano. Encontrar a quien se ha perdido es la alegría del pastor y de Dios, pero es también la alegría de todo el rebaño. Todos nosotros somos ovejas encontradas y convocadas por la misericordia del Señor, llamados a recoger junto a Él a todo el rebaño». (S.S. Francisco, Catequesis del 4 de mayo de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Muchos hoy son como ovejas perdidas en la sociedad: viven descarriadas en medio de sus quehaceres, pero no se sienten amadas por el pastor. Busca un momento para decir palabras amables a alguien que las necesite.