Lecturas del Lunes de la 8ª semana del Tiempo Ordinario
Primera lectura
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva, para una herencia incorruptible, pura, imperecedera, que os está reservada en el cielo. La fuerza de Dios os custodia en la fe para la salvación que aguarda a manifestarse en el momento final. Alegraos de ello, aunque de momento tengáis que sufrir un poco, en pruebas diversas: así la comprobación de vuestra fe de más precio que el oro, que, aunque perecedero, lo aquilatan a fuego llegará a ser alabanza y gloria y honor cuando se manifieste Jesucristo. No habéis visto a Jesucristo, y lo amáis; no lo veis, y creéis en él; y os alegráis con un gozo inefable y transfigurado, alcanzando así la meta de vuestra fe: vuestra propia salvación.
Palabra de Dios
Salmo
R/. El Señor recuerda siempre su alianza
Doy gracias al Señor de todo corazón,
en compañía de los rectos, en la asamblea.
Grandes son las obras del Señor,
dignas de estudio para los que las aman. R/.
El da alimento a sus fieles,
recordando siempre su alianza;
mostró a su pueblo la fuerza de su obrar,
dándoles la heredad de los gentiles. R/.
Envió la redención a su pueblo,
ratificó para siempre su alianza;
la alabanza del Señor dura por siempre. R/.
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Buenos días, Señor. Te doy gracias por este nuevo día que me das para estar junto a ti. Quiero entrar en tu presencia y contemplarte. Señor, háblame a través de tu Palabra, que pueda escucharte y que así pueda hacer tu Voluntad en este día y siempre en mi vida.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 10, 17-27
En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló y le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?». Jesús le contestó: «¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre». Él replicó: «Maestro, todo eso lo he cumplido desde pequeño». Jesús se le quedó mirando con cariño y le dijo: «Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dales el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, luego sígueme». A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó pesaroso, porque era muy rico. Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: «¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el reino de Dios!». Los discípulos se extrañaron de estas palabras. Jesús añadió: «Hijos, ¡qué difícil les es entrar en el reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios». Ellos se espantaron y comentaban: «Entonces, ¿quién podrá salvarse?». Jesús se les quedó mirando y les dijo: «Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
¿Qué hay que hacer para ganar la vida eterna? Que buena pregunta, ¿no? Y que mejor persona para responder esta pregunta que el mismísimo Jesús, el Hijo de Dios.
Es interesante que el joven tenga tan presente que ha sido bueno. No es soberbia, parece ser bastante sincero y, posiblemente, ha vivido correctamente su vida. Muestra un verdadero deseo de entrar en la vida eterna. Ante la respuesta de Jesús, se alegra al saber que va por buen camino al cumplir desde pequeño los mandamientos. Va subiendo la emoción en la escena y hasta el mismo Jesús se conmueve. “Qué buen chico”, debió pensar Jesús.
Pero al parecer se quedó en eso, en ser un buen chico, pues en cuanto Jesús le propone el camino hacia la perfección y la plena felicidad, este se entristece y prefiere quedarse con sus riquezas.
Hay ocasiones en las que nosotros somos ese joven rico, a algunos nos pasa a diario. Somos buenos, tenemos ese deseo sincero de alcanzar la vida eterna y hasta nos ponemos al servicio del Señor y de los demás, pero cuando nos encontramos ante una situación que nos exige una pequeña renuncia… hasta ahí llega nuestra generosidad. También es cierto que a veces logramos vencer el egoísmo y nos donamos totalmente, pero es una lucha continua la que libramos.
En las palabras de Jesús encontramos la fórmula para alcanzar la vida eterna: no anteponer nada a su Amor. Seguirle a Él por encima de todas las demás cosas. Esto no significa necesariamente que no se puedan tener bienes materiales, lo que esto significa es que ningún bien material debe hacernos titubear en nuestra elección por Jesús y por los bienes sobrenaturales.
«Hay sin embargo esa medida desbordante con la que Dios da sus dones: “recibiréis todo. Nadie que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madres, padres, hijos o hacienda por mí y por el Evangelio, que no reciba ya ahora en este tiempo quedará sin recibir cien veces más en casas, hermanos, hermanas, madres, campos, y la vida eterna que vendrá”. Todo. Esta es la respuesta, el Señor no sabe dar menos de todo. Cuando Él dona algo, se dona a sí mismo, que es todo». (S.S. Francisco, Homilía del 28 de febrero de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Recemos hoy un Padrenuestro pidiendo a Dios que nos enseñe a ser generosos.