Lecturas del Lunes de la 27ª semana de Tiempo Ordinario
Primera lectura
Jonás, hijo de Amitai, recibió la palabra del Señor: «Levántate y vete a Nínive, la gran ciudad, y proclama en ella: «Su maldad ha llegado hasta mí.»» Se levantó Jonás para huir a Tarsis, lejos del Señor; bajó a Jafa y encontró un barco que zarpaba para Tarsis; pagó el precio y embarcó para navegar con ellos a Tarsis, lejos del Señor. Pero el Señor envió un viento impetuoso sobre el mar, y se alzó una gran tormenta en el mar, y la nave estaba a punto de naufragar. Temieron los marineros, e invocaba cada cual a su dios. Arrojaron los pertrechos al mar, para aligerar la nave, mientras Jonás, que había bajado a lo hondo de la nave, dormía profundamente.
El capitán se le acercó y le dijo: «¿Por qué duermes? Levántate e invoca a tu Dios; quizá se compadezca ese Dios de nosotros, para que no perezcamos.»
Y decían unos a otros: «Echemos suertes para ver por culpa de quién nos viene esta calamidad.»
Echaron suertes, y la suerte cayó sobre Jonás. Le interrogaron: «Dinos, ¿por qué nos sobreviene esta calamidad? ¿Cuál es tu oficio? ¿De dónde vienes? ¿Cuál es tu país? ¿De qué pueblo eres?»
Él les contestó: «Soy un hebreo; adoro al Señor, Dios del cielo, que hizo el mar y la tierra firme.»
Temieron grandemente aquellos hombres y le dijeron: «¿Qué has hecho?» Pues comprendieron que huía del Señor, por lo que él había declarado.
Entonces le preguntaron: «¿Qué haremos contigo para que se nos aplaque el mar?» Porque el mar seguía embraveciéndose.
Él contestó: «Levantadme y arrojadme al mar, y el mar se aplacará; pues sé que por mi culpa os sobrevino esta terrible tormenta.»
Pero ellos remaban para alcanzar tierra firme, y no podían, porque el mar seguía embraveciéndose. Entonces invocaron al Señor, diciendo: «¡Ah, Señor, que no perezcamos por culpa de este hombre, no nos hagas responsables de una sangre inocente! Tú eres el Señor que obras como quieres.»
Levantaron, pues, a Jonás y lo arrojaron al mar; y el mar calmó su cólera. Y temieron mucho al Señor aquellos hombres. Ofrecieron un sacrificio al Señor y le hicieron votos. El Señor envió un gran pez a que se comiera a Jonás, y estuvo Jonás en el vientre del pez tres días y tres noches seguidas. El Señor dio orden al pez, y vomitó a Jonás en tierra firme.
Palabra de Dios
Salmo
R/. Sacaste mi vida de la fosa, Señor
En mi aflicción clamé al Señor
y me atendió;
desde el vientre del abismo pedí auxilio,
y escuchó mi clamor. R/.
Me arrojaste a lo profundo en alta mar,
me rodeaban las olas,
tus corrientes y tu oleaje
pasaban sobre mí. R/.
Yo dije: «Me has arrojado de tu presencia;
quién pudiera ver de nuevo tu santo templo.» R/.
Cuando se me acababan las fuerzas
me acordé del Señor;
llegó hasta ti mi oración,
hasta tu santo templo. R/.
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, gracias porque yo soy ese Samaritano que te encontraste en el camino. Ayúdame a sabarme amado por ti. Sé que soy tu hijo amado, que me has encontrado en el camino, y con amor me curas. Ayúdame a entrar en este tiempo de oración con un corazón agradecido.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 10, 25-37
En aquel tiempo, se presentó un maestro de la Ley y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?”. Él le dijo: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?”. Él contestó: «Amarás al Señor, tu, Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo”. Él le dijo: «Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida”. Pero el maestro de la Ley queriendo justificarse, preguntó a Jesús: «¿Y quién es mi prójimo?”. Jesús le dijo: «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo.
Pero un samaritano que iba de viaje, llegó a donde estaba él y, al verlo, le dio lástima, se le acercó, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó en una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacó dos denarios y, dándoselos al posadero, le dijo: ‘Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré a la vuelta’. ¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos?”. Él contestó: «El que practicó la misericordia con él”. Díjole Jesús: «Anda, haz tu lo mismo”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Jesús nos pide amar a nuestro prójimo, misión difícil para cualquier ser humano que se lo tome en serio. Este es un mandato que nos sobrepasa, pero Jesús está ahí para ayudarnos, sin Él es imposible amar al prójimo como Él quiere que amemos; pero con Él todo es posible. Podemos aprender, poco a poco y con nuestras limitaciones, a amar al prójimo porque Jesús nos ha enseñado cómo se debe amar. Antes de pedirnos ser buenos samaritanos, Él ha demostrado en nuestras vidas lo que es ser uno. Leamos el texto, pero esta vez pongámonos en el lugar del hombre herido y veamos, incluso sintamos, todo lo que Jesús hace por nosotros.
Pidamos a Dios que experimentemos su misericordia para así poder ser misericordiosos y compasivos. Recordemos que nadie da lo que no tiene. Y para ser buenos samaritanos, necesitamos hacer la experiencia del Buen Samaritano. Busquemos esa experiencia en el trato con los demás, seamos esos samaritanos que salen al encuentro, que ofrecen apoyo, que rezan por los demás, que ofrecen tiempo de calidad a los suyos.
«Y aquí la parábola nos da una primera enseñanza: no es automático que quien frecuenta la casa de Dios y conoce su misericordia sepa amar al prójimo. ¡No es automático! Puedes conocer toda la Biblia, puedes conocer todas las rúbricas litúrgicas, puedes aprender toda la teología, pero de conocer no es automático el amar: amar tiene otro camino, es necesaria la inteligencia pero también algo más… El sacerdote y el levita ven, pero ignoran; miran, pero no proveen. Sin embargo, no existe un verdadero culto si no se traduce en servicio al prójimo. No olvidemos nunca: frente al sufrimiento de mucha gente agotada por el hambre, la violencia y las injusticias, no podemos permanecer como espectadores. Ignorar el sufrimiento del hombre, ¿qué significa? ¡Significa ignorar a Dios! Si yo no me acerco a ese hombre, a esa mujer, a ese niño, a ese anciano o a esa anciana que sufre, no me acerco a Dios» (Catequesis de S.S. Francisco, 27 de abril de 2016).
Diálogo con Cristo (Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama).
Jesús, si Tú quieres puedes curarme. Te enseñó mis heridas, mis llagas, mi dolor. Soy todo tuyo, gracias por amarme y fijarte en mí. Quiero transmitir a los demás ese amor que me has dado. Enséñame a ser un buen samaritano, tu buen samaritano.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
En un momento de oración recordaré las gracias que Dios me ha concedido y ver cómo ha sido un buen samaritano en mi vida. Después ir y ayudar en algo a un desconocido.