Lecturas del Lunes 13 septiembre de la 24ª semana del Tiempo Ordinario
Primera lectura
Ante todo recomiendo que se hagan plegarias, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres; por los reyes y por todos los constituidos en autoridad, para que podamos vivir una vida tranquila y apacible con toda piedad y dignidad. Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro Salvador, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad. Porque hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre también, que se entregó a sí mismo como rescate por todos. Este es el testimonio dado en el tiempo oportuno, y de este testimonio –digo la verdad, no miento– yo he sido constituido heraldo y apóstol, maestro de los gentiles en la fe y en la verdad. Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar elevando hacia el cielo unas manos piadosas, sin ira ni discusiones.
Palabra de Dios
Salmo
R/. Salva, Señor, a tu pueblo
Escucha, Señor, mi súplica
cuando te pido ayuda
y levanto las manos hacia tu santuario. R/.
El Señor es mi fuerza y mi escudo,
en él confía mi corazón;
él me socorrió y mi corazón se alegra
y le canta agradecido. R/.
El Señor es la fuerza de su pueblo,
el apoyo y la salvación de su Mesías.
Salva, Señor, a tu pueblo
y bendícelo porque es tuyo;
apaciéntalo y condúcelo para siempre. R/.
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Dame una fe grande, Señor, que sea capaz de arrancar de tu Corazón las gracias necesarias para amarte cada día más.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 7, 1-10
En aquel tiempo, cuando Jesús terminó de hablar a la gente, entró en Cafarnaúm. Había allí un oficial romano, que tenía enfermo y a punto de morir a un criado muy querido. Cuando le dijeron que Jesús estaba en la ciudad, le envió a algunos de los ancianos de los judíos para rogarle que viniera a curar a su criado. Ellos, al acercarse a Jesús, le rogaban encarecidamente, diciendo: “Merece que le concedas ese favor, pues quiere a nuestro pueblo y hasta nos ha construido una sinagoga”. Jesús se puso en marcha con ellos.
Cuando ya estaba cerca de la casa, el oficial romano envió unos amigos a decirle: “Señor, no te molestes, porque yo no soy digno de que tú entres en mi casa; por eso ni siquiera me atreví a ir personalmente a verte. Basta con que digas una sola palabra y mi criado quedará sano. Porque yo, aunque soy un subalterno, tengo soldados bajo mis órdenes y le digo a uno: ‘¡Ve!’ y va; a otro: ‘¡Ven!’ y viene; y a mi criado: ‘¡Haz esto!’, y lo hace”.
Al oír esto, Jesús quedó lleno de admiración, y volviéndose hacia la gente que lo seguía, dijo: “Yo les aseguro que ni en Israel he hallado una fe tan grande”. Los enviados regresaron a la casa y encontraron al criado perfectamente sano.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Nuestro Señor se sorprende mucho al ver una fe tan grande. Ve en un hombre lo que Dios es capaz de hacer, pues, siendo él un oficial romano, se abre con humildad a la gracia. Se reconoce insuficiente, necesitado y sabe acudir a quien puede ayudarle. Jesús no había encontrado una fe tan grande en todo Israel. De hecho, esta gran fe viene de un hombre que ni siquiera era parte del Pueblo escogido.
Si Jesús llegara hoy a mi corazón, ¿se sorprendería de mi fe? Nos podríamos asustar al pensar en una posible respuesta. Muchas veces no somos el justo juez de nuestra causa, pero Jesús sabe juzgar con justicia y con misericordia. Lo que sí vemos en este Evangelio es que el centurión no se queda eternamente pensando si su fe es suficiente para pedir un milagro. El simplemente va a Jesús y confía plenamente en Él. Así nosotros, acudamos a Él sabiendo que Él valora lo que hacemos y nos escucha cuando le pedimos algo que necesitamos.
«Un paso que se propone también a la fe de los cristianos. Cada uno de nosotros, de hecho, puede tener fe en Cristo, Hijo de Dios, enviado por el Padre para salvarnos: sí, salvarnos de la enfermedad, el Señor ha hecho y nos ayuda a hacer muchas cosas buenas; pero sobre todo hay que tener fe en que Él ha venido para salvarnos de nuestros pecados, salvarnos y llevarnos al Padre. Esto es el punto más difícil de entender. Y no sólo los escribas eran quienes decían: “¡Esto es blasfemia! Sólo Dios puede perdonar los pecados”. Algunos discípulos, de hecho, dudaron y se marcharon cuando Jesús se presentó con una misión más grande que la de un hombre, para dar el perdón, para dar la vida, para recrear la humanidad. Tanto que el mismo Jesús tuvo que preguntar a su círculo más cercano: “¿También vosotros queréis marcharos?”». (Homilía de S.S. Francisco, 15 de enero de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
En la oración, pediré al Señor la gracia de darme una fe confiada en su misericordia.