Lecturas del Lunes 12 Abril de la 2ª semana de Pascua
Primera lectura
EN aquellos días, Pedro y Juan, puestos en libertad, volvieron a los suyos y les contaron lo que les habían dicho los sumos sacerdotes y los ancianos.
Al oírlo, todos invocaron a una a Dios en voz alta, diciendo:
«Señor, tú que hiciste el cielo, la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos; tú que por el Espíritu Santo dijiste, por boca de nuestro padre David, tu siervo:
“¿Por qué se amotinan las naciones y los pueblos planean proyectos vanos? Se presentaron los reyes de la tierra, los príncipes conspiraron contra el Señor y contra su Mesías”.
Pues en verdad se aliaron en esta ciudad Herodes y Poncio Pilato con los gentiles y el pueblo de Israel contra tu santo siervo Jesús, a quien tú ungiste, para realizar cuanto tu mano y tu voluntad habían determinado que debía suceder. Ahora, Señor, fíjate en sus amenazas y concede a tus siervos predicar tu palabra con toda valentía; extiende tu mano para que realicen curaciones, signos y prodigios por el nombre de tu santo siervo Jesús».
Al terminar la oración, tembló el lugar donde estaban reunidos; los llenó a todos el Espíritu Santo, y predicaban con valentía la palabra de Dios.
Palabra de Dios
Salmo
R/. Dichosos los que se refugian en ti, Señor
¿Por qué se amotinan las naciones
y los pueblos planean un fracaso?
Se alían los reyes de la tierra,
los príncipes conspiran
contra el Señor y contra su Mesías:
«Rompamos sus coyundas,
sacudamos su yugo». R/.
El que habita en el cielo sonríe,
el Señor se burla de ellos.
Luego les habla con ira,
los espanta con su cólera:
«Yo mismo he establecido a mi Rey
en Sion, mi monte santo». R/.
Voy a proclamar el decreto del Señor;
él me ha dicho: «Tú eres mi hijo:
yo te he engendrado hoy.
Pídemelo:
te daré en herencia las naciones;
en posesión, los confines de la tierra:
los gobernarás con cetro de hierro,
los quebrarás con jarro de loza». R/.
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, enséñame a alimentar mi espíritu con tu Palabra.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 3, 1-8
Había un fariseo llamado Nicodemo, hombre principal entre los judíos, que fue de noche a ver a Jesús y le dijo: ¨Maestro, sabemos que has venido de parte de Dios, como Maestro; porque nadie puede hacer Los signos que tú haces, si Dios no está con él¨.
Jesús le contestó: ¨Yo te aseguro que quien no renace de lo alto, no puede ver el Reino de Dios¨. Nicodemo le preguntó: ¨ ¿Cómo puede nacer un hombre siendo ya viejo? ¿Acaso puede, por segunda vez, entrar en el vientre de su madre y volver a nacer?¨
Le respondió Jesús: ¨Yo te aseguro que el que no nace del agua y del Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios¨. Lo que nace de la carne, es carne; lo que nace del Espíritu, es espíritu. No te extrañes de que te haya dicho: ‘Tienen que renacer de lo alto’. El viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así pasa con quien ha nacido del Espíritu¨.
Palabra del Señor
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Jesús platicando con Nicodemo nos deja un principio que nos puede ayudar en nuestra vida diaria. El principio es «lo que nace de la carne, es carne; lo que nace del Espíritu es espíritu». ¿Qué alimento más, mi carne o mi espíritu? Como somos cuerpo, es importante atender las necesidades que tiene nuestro cuerpo. Tales como la ropa, la comida, la salud, el trabajo y el descanso. Y también estar atento a las necesidades corporales de mi prójimo por medio de las obras de misericordia corporales. La sociedad promueve más esta parte de verme bien, alimentarme bien, el tener buena imagen, buen cuerpo, buena salud. Pero lo que le preocupa más a Jesús no es esta parte sin la del Espíritu.
Suele pasarnos que como no vemos el espíritu que está en nosotros nos olvidamos de las necesidades espirituales que tenemos. Muchas veces solamente nos acordamos cuando el espíritu se está ahogando y necesita aire. Esto sería equivalente a una persona que tiene por ropa trapos y está desnutrida para que solo entonces atienda a sus necesidades. El espíritu también tiene sus necesidades y hay que atenderlas. Principalmente en la oración, donde uno mismo lleva su espíritu a estar en contacto con Dios.
También es necesario estar atento a las necesidades espirituales del prójimo: Perdonar, consolar al triste, escuchar al necesitado, sufrir con paciencia los defectos del prójimo, enseñar al que no sabe. Estas necesidades son más profundas que las necesidades corporales. Puede estar una persona bien alimentada, con buena ropa, buena salud, pero si su espíritu está triste, vacío, angustiado, turbado, le está faltando lo más importante. Por otro lado, puede haber una persona con ropa descuidada, con poco que comer y enfermo pero que tiene el espíritu en paz, alegre, sereno; persona será más feliz y plena, que la primera, por el estado de su alma.
Alimentemos más nuestro espíritu y el espíritu de los demás.
«Nicodemo no sabe cómo dar este salto: nacer del Espíritu, porque el Espíritu es impredecible. Quien se deja guiar por el Espíritu es una persona dócil y libre. El cristiano no sólo debe cumplir los mandamientos, sino que debe dejarse guiar por el Espíritu, donde el Espíritu quiere: debe dejar que el Espíritu que nos guía donde no sabemos. El cristiano nunca debe detenerse en el cumplimiento de los mandamientos, sino que debe ir más allá, entrando en la libertad del Espíritu. Nicodemo no sabe cómo dar este salto: nacer del Espíritu, porque el Espíritu es impredecible. Quien se deja guiar por el Espíritu es una persona dócil y libre. El cristiano no sólo debe cumplir los mandamientos, sino que debe dejarse guiar por el Espíritu, donde el Espíritu quiere: debe dejar que el Espíritu que nos guía donde no sabemos. El cristiano nunca debe detenerse en el cumplimiento de los mandamientos, sino que debe ir más allá, entrando en la libertad del Espíritu.»
(Homilía de S.S. Francisco, 20 de abril de 2020, en santa Marta).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
¿Cada cuánto alimento mi espíritu y el espíritu de mi prójimo? Proponerme alimentarlo más.