Lecturas del Jueves 16 septiembre de la 24ª semana del Tiempo Ordinario
Primera lectura
Nadie te desprecie por ser joven; sé tú un modelo para los fieles, en el hablar y en la conducta, en el amor, la fe y la honradez. Mientras llego, preocúpate de la lectura pública, de animar y enseñar. No descuides el don que posees, que se te concedió por indicación de una profecía con la imposición de manos de los presbíteros. Preocúpate de esas cosas y dedícate a ellas, para que todos vean cómo adelantas. Cuídate tú y cuida la enseñanza; sé constante; si lo haces, te salva ras a ti y a los que te escuchan.
Palabra de Dios
Salmo
R/. Grandes son las obras del Señor
Justicia y verdad son las obras de sus manos,
todos sus preceptos merecen confianza:
son estables para siempre jamás,
se han de cumplir con verdad y rectitud. R/.
Envió la redención a su pueblo,
ratificó para siempre su alianza,
su nombre es sagrado y temible. R/.
Primicia de la sabiduría es el temor del Señor,
tienen buen juicio los que lo practican;
la alabanza del Señor dura por siempre. R/.
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, gracias por darme esta oportunidad. Gracias por contar con la vida, los motivos y el deseo de encontrarme contigo. Te pido que tu Espiritu inunde mi corazón. Amen.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 7, 36-50
En aquel tiempo, un fariseo invitó a Jesús a comer con él. Jesús, fue a la casa del fariseo, y se sentó a la mesa. Una mujer de mala vida en aquella ciudad, cuando supo que Jesús iba a comer ese día en casa del fariseo, tomó consigo un frasco de alabastro con perfume, fue y se puso detrás de Jesús, y comenzó a llorar, y con sus lágrimas le bañaba los pies, los enjugó con su cabellera, los besó y los ungió con el perfume.
Viendo esto el fariseo que lo había invitado comenzó a pensar: «Si éste hombre fuera profeta, sabría qué clase de mujer es la que lo está tocando: sabría que es una pecadora».
Entonces Jesús le dijo: «Simón, tengo algo que decirte». El fariseo contestó: «Dímelo, maestro». Él le dijo: «Dos hombres le debían dinero a un prestamista. Uno le debía quinientos denarios y el otro, cincuenta. Como no tenían con qué pagarle, les perdonó la deuda a los dos. ¿Cuál de ellos lo amará más?». Simón le respondió: «Supongo que aquel a quien le perdonó más».
Entonces Jesús le dijo: «Has juzgado bien». Luego, señalando a la mujer, dijo a Simón: «¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y tú no me ofreciste agua para los pies, mientras que ella me los ha bañado con sus lágrimas y me los ha enjugado con sus cabellos. Tú no me diste el beso de saludo; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besar mis pies. Tú no ungiste con aceite mi cabeza; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por lo cual, yo te digo: sus pecados, que son muchos, le han quedado perdonados, porque ha amado mucho. En cambio, al que poco se le perdona, poco ama». Luego le dijo a la mujer: «Tus pecados te han quedado perdonados».
Los invitados empezaron a preguntarse a sí mismos: «¿Quién es éste que hasta los pecados perdona?». Jesús dijo a la mujer: «Tu fe te ha salvado; vete en paz».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Este es un Evangelio adecuado para ver como el hombre y la mujer manifiestan distintas formas o sensibilidad al encontrarse con el Maestro. Siguiendo el orden, sería primero hablar de las damas. Cristo le da su tiempo para que llore, para que con su hermosa cabellera pudiera limpiar sus pies, los preparó para besarlos y colocar el contenido del frasco; siendo algo considerado de uso para ricos, la pecadora invirtió sus ganancias en algo que derramaría sobre los pies de un pobre de Nazaret.
Quizá se le hizo de noche, quizá limpió y perfumó los pies de Jesús durante el tiempo de comida y cena porque la mujer hizo todo un ritual en casa ajena. Nada fuera de lo normal para la experiencia de muchas mujeres que tienen detalles con el Maestro. Es lo que muchas hacen hoy en la Iglesia con su creatividad, dedicación y muchos detalles de amor. Todavía hoy se siguen necesitando mujeres que decidan consagrarse a Dios en cuerpo y alma, pero pocas se atreven.
Por otra parte, vemos al hombre que no hace mucho. Lo que llama más la atención es como Dios pica el orgullo de su anfitrión. Sabiendo que el fariseo lleva rato siguiéndolo, aun así, le lanza unas indirectas. Con los hombres, en general, el Evangelio nos muestra que Cristo es algo rudo. Por eso, entre Cristo y el hombre, si se hace de trato difícil es porque educa de modo diverso.
En ambos casos, nos muestra que quiere sacar siempre lo mejor de nosotros mismos.
«Hay entonces dos actitudes muy diferentes entre sí: por una parte, la del hombre que ve y califica, juzga; y por otro la de la mujer que llora y hace cosas que parecen locuras, porque utiliza un perfume que es caro, es costoso. El Evangelio sí utiliza la palabra “unción” para significar que el perfume de la mujer unge: tiene la capacidad de ser una unción, al contrario de las palabras del fariseo que no llegan al corazón, no llegan a la realidad. En medio a estas dos figuras tan antitéticas está Jesús, con su paciencia, su amor, su deseo de salvar a todos, que le lleva a explicar al fariseo qué significa eso que hace esta mujer y a reprocharle, si bien con humildad y ternura, por no haber tenido cortesía con Él. El Papa evidenció también que el Evangelio no dice cómo terminó la historia para este hombre, pero dice claramente cómo terminó para la mujer: “Tus pecados han quedado perdonados”». (Homilía de S.S. Francisco, 18 de septiembre de 2014).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Agradecer a Dios y a los demas por los alimentos recibidos.