Lecturas del Domingo 31º del Tiempo Ordinario – Ciclo B
Primera lectura
En aquellos días, habló Moisés al pueblo, diciendo: «Teme al Señor, tu Dios, guardando todos sus mandatos y preceptos que te manda, tú, tus hijos y tus nietos, mientras viváis; así prolongarás tu vida. Escúchalo, Israel, y ponlo por obra, para que te vaya bien y crezcas en número. Ya te dijo el Señor, Dios de tus padres: «Es una tierra que mana leche y miel.» Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es solamente uno. Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas. Las palabras que hoy te digo quedarán en tu memoria.»
Palabra de Dios
Salmo
R/. Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza.
Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza;
Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador. R/.
Dios mío, peña mía, refugio mío, escudo mío,
mi fuerza salvadora, mi baluarte.
Invoco al Señor de mi alabanza
y quedo libre de mis enemigos. R/.
Viva el Señor, bendita sea mi Roca,
sea ensalzado mi Dios y Salvador.
Tú diste gran victoria a tu rey,
tuviste misericordia de tu Ungido. R/.
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, fuiste interrogado por un hombre que tenía un cierto conocimiento de las Escrituras, un hombre que meditaba y buscaba el sentido de la Palabra de Dios, un hombre que buscaba respuestas a las interrogantes de las Escrituras y a las interrogantes de su corazón. Jesús, Tú eres el cumplimiento de las Escrituras, el camino, la verdad y la vida, permíteme hoy encontrarme contigo y que tu Palabra penetre mi corazón.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 12, 28b-34
En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: «¿Qué mandamiento es el primero de todos?”. Respondió Jesús: «-El primero es: ‘Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser’. El segundo es éste: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’. No hay mandamiento mayor que éstos”. El escriba replicó: «Muy bien, Maestro, tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios”. Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo: «No estás lejos del reino de Dios”. Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Dios es amor, y su amor tiene las siguientes características: su amor es libre, es total, es fiel y es fecundo. Es libre porque Él nos amó primero, de manera inmerecida, incondicional y sin exigir nada a cambio. Es total porque Él nos amó hasta el extremo, sin medida, entregándose a nosotros totalmente. Es fiel porque su amor es eterno e inquebrantable. Es fecundo porque su amor da vida, nos dio a nosotros la vida, y sigue dando vida en nosotros. Este amor es el verdadero amor y el único. El amor que brota de nuestro corazón humano nace del manantial del amor divino.
En lo que nos corresponde a nosotros, pueblo de Dios, lo primero que tenemos que hacer es lo que indica el primer verbo imperativo del primer mandamiento, que es escuchar. Escuchar es un verbo que acontece de forma, digámoslo así, pasiva. Uno abre los oídos, se pone atento y escucha. ¿Qué es lo que tengo que escuchar? Escucha el llamado de Dios a entrar en comunión con Él.
El segundo verbo imperativo del mandamiento es: amarás. Dios puso en nuestros corazones una fuente de amor y aunque él tiene sed y anhela beber de esta fuente, nadie puede tomar de nuestra fuente, sin nuestro consentimiento, ni siquiera Él, pues Él mismo, así lo ha dispuesto.
Dios creó al hombre por amor, le dio la libertad porque lo ama y lo llamó a entrar en comunión con el amor eterno del Padre y el Hijo y el Espíritu Santo, aquí en la tierra y después, en el cielo.
Dios que es la fuente última del amor, quiere tener necesidad de nuestras aguas. Dios y el hombre, el otro hecho para el Uno, y el Uno, que es, quiere ser “nuestro”. Un abismo que llama a otro abismo.
Dios quiere que le consagremos la fuente de nuestro corazón de manera libre, total, fiel y fecunda. Libre, como respuesta a su invitación de amor, total, con todo nuestro ser, fiel, para amarle sobre todo y fecunda, para amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos.
«En efecto, el signo visible que el cristiano puede mostrar para testimoniar al mundo y a los demás, a su familia, el amor de Dios es el amor a los hermanos. El mandamiento del amor a Dios y al prójimo es el primero no porque está en la cima de la lista de los mandamientos. Jesús no lo puso en el vértice, sino en el centro, porque es el corazón desde el cual todo debe partir y al cual todo debe regresar y hacer referencia … En medio de la tupida selva de preceptos y prescripciones —a los legalismos de ayer y de hoy— Jesús abre una brecha que permite distinguir dos rostros: el rostro del Padre y el del hermano. No nos entrega dos fórmulas o dos preceptos: no son preceptos y fórmulas; nos entrega dos rostros, es más, un solo rostro, el de Dios que se refleja en muchos rostros, porque en el rostro de cada hermano, especialmente en el más pequeño, frágil, indefenso y necesitado, está presente la imagen misma de Dios. Y deberíamos preguntarnos, cuando encontramos a uno de estos hermanos, si somos capaces de reconocer en él el rostro de Dios: ¿somos capaces de hacer esto?». (S.S. Francisco, Angelus, 26 de octubre de 2014).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy voy a sentarme a escribir la jerarquía de las cosas o personas que amo, la pondré delante de Dios, examinaré con realismo si hay algo que no esté en el orden correcto y finalmente pediré a Dios la gracia de que sea su amor en mí, que ame todas las cosas con el amor con el que Él las ama.