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Sembrando Esperanza

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Lecturas de hoy Miércoles 24 Febrero de la 1ª semana de Cuaresma

Primera lectura

Lectura de la profecía de Jonás (3,1-10):

EL Señor dirigió la palabra a Jonás:
«Ponte en marcha y ve a la gran ciudad de Nínive; allí les anunciarás el mensaje que yo te comunicaré».
Jonás se puso en marcha hacia Nínive, siguiendo la orden del Señor. Nínive era una ciudad inmensa; hacían falta tres días para recorrerla. Jonás empezó a recorrer la ciudad el primer día, proclamando:
«Dentro de cuarenta días, Nínive será arrasada».
Los ninivitas creyeron en Dios, proclamaron un ayuno y se vistieron con rudo sayal, desde el más importante al menor.
La noticia llegó a oídos del rey de Nínive, que se levantó de su trono, se despojó del manto real, se cubrió con rudo sayal y se sentó sobre el polvo. Después ordenó proclamar en Nínive este anuncio de parte del rey y de sus ministros:
«Que hombres y animales, ganado mayor y menor no coman nada; que no pasten ni beban agua. Que hombres y animales se cubran con rudo sayal e invoquen a Dios con ardor. Que cada cual se convierta de su mal camino y abandone la violencia. ¡Quién sabe si Dios cambiará y se compadecerá, se arrepentirá de su violenta ira y no nos destruirá!».
Vio Dios su comportamiento, cómo habían abandonado el mal camino, y se arrepintió de la desgracia que había determinado enviarles. Así que no la ejecutó.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 50,3-4.12-13.18-19

R/. Un corazón quebrantado y humillado,
tú, Dios mío, no lo desprecias

V/. Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado. R/.

V/. Oh, Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme.
No me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu. R/.

V/. Los sacrificios no te satisfacen:
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
El sacrificio agradable a Dios
es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado,
tú, oh, Dios, tú no lo desprecias. R/.

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor Jesús, aquí estoy delante de Ti. Vengo a hablar contigo y que Tú hables a lo más profundo de mi corazón. Te pido de manera especial que renueves en mí la fe que he recibido en el día de mi bautismo. Dame la gracia de ser capaz de reconocer tu obra salvadora también en mi vida y en la vida de cada uno de los que se acercan a mí. Te pido que, en este tiempo de oración, Tú aumentes esta virtud para que en mi vida crea en tu obra salvadora.

 

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Marcos 9, 14-29

En aquel tiempo, cuando Jesús bajó del monte y llegó al sitio donde estaban sus discípulos, vio que mucha gente los rodeaba y que algunos escribas discutían con ellos. Cuando la gente vio a Jesús, se impresionó mucho y corrió a saludarlo.

Él les preguntó: “¿De qué están discutiendo?”. De entre la gente, uno le contestó: “Maestro, te he traído a mi hijo, que tiene un espíritu que no lo deja hablar; cada vez que se apodera de él, lo tira al suelo y el muchacho echa espumarajos, rechina los dientes y se queda tieso. Les he pedido a tus discípulos que lo expulsen, pero no han podido”.

Jesús les contestó: “¡Gente incrédula! ¿Hasta cuándo tendré que estar con ustedes? ¿Hasta cuándo tendré que soportarlos? Tráiganme al muchacho”. Y se lo trajeron. En cuanto el espíritu vio a Jesús, se puso a retorcer al muchacho; lo derribó por tierra y lo revolcó, haciéndolo echar espumarajos. Jesús le preguntó al padre: “¿Cuánto tiempo hace que le pasa esto?”. Contestó el padre: “Desde pequeño. Y muchas veces lo ha arrojado al fuego y al agua para acabar con él. Por eso, si algo puedes, ten compasión de nosotros y ayúdanos”.

Jesús le replicó: “¿Qué quiere decir eso de ‘si puedes’? Todo es posible para el que tiene fe”. Entonces el padre del muchacho exclamó entre lágrimas: “Creo, Señor; pero dame Tú la fe que me falta”. Jesús, al ver que la gente acudía corriendo, reprendió al espíritu inmundo, diciéndole: “Espíritu mudo y sordo, yo te lo mando: Sal de él y no vuelvas a entrar en él”. Entre gritos y convulsiones violentas salió el espíritu. El muchacho se quedó como muerto, de modo que la mayoría decía que estaba muerto. Pero Jesús lo tomó de la mano, lo levantó y el muchacho se puso de pie.

Al entrar en una casa con sus discípulos, éstos le preguntaron a Jesús en privado: “¿Por qué nosotros no pudimos expulsarlo?”. Él les respondió: “Esta clase de demonios no sale sino a fuerza de oración y de ayuno”.

Palabra del Señor.

 

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Uno de los ejercicios que reflejan la capacidad de tener fe en alguien es confiarle incluso aquello que más queremos. Hoy en el Evangelio se acerca el padre que busca la curación de su hijo que sufre tanto. Se acerca buscando la curación de aquella persona que tanto ama aun sabiendo que su hijo es atormentado desde que era pequeño. El Señor Jesús lo recibe, aunque el padre todavía no pone totalmente su fe en el Maestro. Por eso cuando dice el padre: «Si algo puedes» Jesús le responde: «Todo es posible para el que tiene fe.» Desde este momento el padre toma conciencia que tiene que creer si quiere recibir las obras del Señor.

Meditemos hoy en este momento y en esta persona, que lo único que necesita es volver a reafirmar su fe para recuperar a su hijo, recuperar lo que tanto ama. Para finalizar recordemos que aquello que queremos recobrar en nuestra vida de fe como apóstoles, solo lo podemos hacer a través de un acto de entrega al Señor. Con esta petición en el corazón digamos: «Creo, Señor; pero dame Tú la fe que me falta»,

 

«Recordamos, de hecho, cuando nos ha dicho el Señor Jesús: “Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis”. Pero nosotros no creemos esto, porque tenemos poca fe. Si nosotros tuviéramos una fe —dice Jesús— como el grano de mostaza, recibiríamos todo. “Pedid y lo conseguiréis”. En este momento de la oración universal después del Credo, está el momento de pedir al Señor las cosas más fuertes en la misa, las cosas que nosotros necesitamos, lo que queremos. Lo conseguiréis; en un modo u otro, pero lo conseguiréis. Todo es posible para quien cree, ha dicho el Señor. ¿Qué respondió ese hombre al cual el Señor se dirigió para decir esta palabra —todo es posible para quien cree—? “Creo Señor. Ayuda mi poca fe”. También nosotros podemos decir: “Señor, yo creo. Pero ayuda mi poca fe”. Y la oración debemos hacerla con este espíritu de fe.»

(Homilía de S.S. Francisco, 14 de febrero de 2018, en santa Marta).

 

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Aumenta Señor en mi la fe para poder acrecentar en mí el celo de ser tu apóstol.

 

Propósito 

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Visitaré a Cristo eucaristía pidiendo que aumente mi fe.

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