Lecturas de hoy Martes Santo
Primera lectura
Escuchadme, islas; atended, pueblos lejanos:
El Señor me llamó desde el vientre materno, de las entrañas de mi madre, y pronunció mi nombre. Hizo de mi boca una espada afilada, me escondió en la sombra de su mano; me hizo flecha bruñida, me guardó en su aljaba y me dijo:
– «Tú eres mi siervo, Israel, por medio de ti me glorificaré».
Y yo pensaba: «En vano me he cansado, en viento y en nada he gastado mis fuerzas». En realidad el Señor defendía mi causa, mi recompensa la custodiaba Dios. Y ahora dice el Señor,el que me formó desde el vientre como siervo suyo, para que le devolvise a Jacob, para que le reuniera a Israel; he sido glorificado a los ojos de Dios. Y mi Dios era mi fuerza:
– «Es poco que seas mi siervo para restablecer las tribus de Jacob y traer de vuelta a los supervivientes de Israel. Te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra».
Palabra de Dios
Salmo
R/. Mi boca contará tu salvación, Señor
A ti, Señor, me acojo:
no quede yo derrotado para siempre;
tú que eres justo, líbrame y ponme a salvo,
inclina a mí tu oído, y sálvame. R.
Sé tú mi roca de refugio,
el alcázar donde me salve,
porque mi peña y mi alcázar eres tú.
Dios mío, líbrame de la mano perversa. R.
Porque tú, Señor, fuiste mi esperanza
y mi confianza, Señor, desde mi juventud.
En el vientre materno ya me apoyaba en ti,
en el seno tú me sostenías. R.
Mi boca contará tu justicia,
y todo el día tu salvación.
Dios mío, me instruiste desde mi juventud,
y hasta hoy relato tus maravillas. R.
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Padre mío, en este Martes Santo quiero ver los acontecimientos desde tu perspectiva. Ayúdame a contemplar a tu Hijo, fiel y dolorosamente cumpliendo tu voluntad. Acompáñame en mi oración para que pueda entender las motivaciones más profundas y la gloria que te está dando con su vida.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 13, 21-33.36-38
En aquel tiempo, Jesús, profundamente conmovido, dijo: Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar. Los discípulos se miraron unos a otros perplejos, por no saber de quién lo decía. Uno de ellos, al que Jesús tanto amaba, estaba a la mesa a su derecho. Simón Pedro le hizo señas para que averiguase por quién lo decía. Entonces el, apoyándose en el pecho de Jesús, le pregunto Señor: ¿quién es? Le contestó Jesús: Aquél a quien yo le dé este trozo de pan untado. Y untando el pan se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote. Detrás del pan, entró en él Satanás. Entonces Jesús le dijo: Lo que tienes que hacer hazlo en seguida. Ninguno de los comensales entendió a qué se refería. Como Judas guardaba la bolsa, algunos suponían que Jesús le encargaba comprar lo necesario para la fiesta o dar algo a los pobres. Judas, después de tomar el pan, salió inmediatamente. Era de noche. Cuando salió dijo Jesús: Ahora es glorificado el Hijo del Hombre y Dios es glorificado en él (Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará). Simón Pedro le dijo: Señor, ¿a dónde vas? Jesús le respondió: Adonde yo voy no me puedes acompañar ahora, me acompañarás más tarde. Pedro replicó: Señor, ¿por qué no puedo acompañarte ahora? Daré mi vida por ti. Jesús le contesto: ¿Con que darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Es tan fuerte el acontecimiento de la traición a Jesús que la Iglesia dedica dos días para meditar en él. O tal vez será porque la traición no se da de golpe. La traición a Jesús se va dando en pequeños actos cotidianos. No es una decisión repentina sino una decisión paso a paso de no aceptar la voluntad de Dios, de no aceptar que Dios sea el Dios en mi vida. La traición se va sembrando cada vez que pongo algún deseo, actividad o decisión antes de Dios en mi vida.
Aún en medio de la realidad dolorosa de la traición brillan momentos de belleza y de amor. Vemos al discípulo amado recostado sobre el pecho de Jesús. Aunque es motivado por la curiosidad de Pedro, él sabe que el Maestro necesita su cercanía. Necesita que alguien escucha lo que se esconde en los latidos de su Corazón. ¿Qué me dicen hoy estos latidos que resuenen a través de la historia hasta tocar a mi vida?
En los momentos más difíciles Jesús es capaz de reconocer que Dios es glorificado en él. Muchas veces sentimos que Dios es glorificado sólo en nuestros actos buenos. Pensamos que damos gloria a Dios nada más cuando somos generosos en el apostolado o superamos las dificultades en el ámbito personal. Jesucristo en este día nos enseña que en todo momento podemos dar gloria a Dios. Como nos enseñó San Pablo de su experiencia: “me complazco en soportar por Cristo las debilidades, injurias, necesidades, persecuciones y angustias, porque cuando me siento débil, entonces es cuando soy fuerte” (2Cor 12, 10).
En este día de gran dolor para Jesús, donde ve a dos de sus grandes amigos tomar opciones que los alejaría de Él, recordamos que nuestra debilidad también nos puede acercarnos a Él. Cuando con humildad nos recostamos en su pecho y decimos con los latidos de su Corazón, “Señor ten piedad de mí que soy un pecador” (Lc 19,13), estamos dando gloria Dios. Cuando nos acercamos a nuestro hermano para pedir perdón, estamos dando gloria a Dios. Cuando pedimos la gracia de Dios para superar una dificultad, también estamos dando gloria a Dios. Aprovechemos este día para consolar al Corazón de Jesús, herido por la traición, con nuestros pequeños actos de humildad.
«Esta semana pensemos mucho en el dolor de Jesús y digamos a nosotros mismos: esto es por mí. Incluso si yo hubiese sido la única persona en el mundo, Él lo habría hecho. Lo hizo por mí. Besemos el crucifijo y digamos: por mí, gracias, Jesús, por mí […] En el momento en el que todo parece perdido, en el momento del dolor, en el que muchas personas sienten la necesidad de bajar de la cruz, es el momento más cercano a la resurrección. La noche se hace más oscura precisamente antes de que comience la luz. En el momento más oscuro interviene Dios y resucita». (S.S. Francisco, Catequesis del 16 de abril de 2014).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Realizar un acto de humildad pidiendo perdón a quien haya ofendido.