Lecturas de hoy Jueves de la 28 Semana del Tiempo Ordinario
Primera lectura
Ahora, la justicia de Dios, atestiguada por la Ley y los profetas, se ha manifestado independientemente de la Ley. Por la fe en Jesucristo viene la justicia de Dios a todos los que creen, sin distinción alguna. Pues todos pecaron y todos están privados de la gloria de Dios, y son justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención de Cristo Jesús, a quien Dios constituyó sacrificio de propiciación mediante la fe en su sangre. Así quería Dios demostrar que no fue injusto dejando impunes con su tolerancia los pecados del pasado; se proponía mostrar en nuestros días su justicia salvadora, demostrándose a sí mismo justo y justificando al que apela a la fe en Jesús. Y ahora, ¿dónde queda el orgullo? Queda eliminado. ¿En nombre de qué? ¿De las obras? No, en nombre de la fe. Sostenemos, pues, que el hombre es justificado por la fe, sin las obras de la Ley. ¿Acaso es Dios sólo de los judíos? ¿No lo es también de los gentiles? Evidente que también de los gentiles, si es verdad que no hay más que un Dios.
Palabra de Dios
Salmo
R/. Del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa
Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica. R/.
Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto. R/.
Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor. R/.
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, abre mi corazón para escuchar lo que quieres de mí. Aparta de mí esas resistencias que no me permiten verte como mi Dios y mi Señor, y acoger con amor y confianza tus mensajes e inspiraciones. Quiero que permanezcas en mi corazón y me guíes en esta oración. Jesús, te quiero, pero yo sé que tú me quieres más.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 11, 47-54
En aquel tiempo, dijo el Señor: «¡Ay de vosotros, que edificáis mausoleos a los profetas, después que vuestros padres los mataron! Así sois testigos de lo que hicieron vuestros padres, y lo aprobáis; porque ellos los mataron, y vosotros les edificáis sepulcros. Por algo dijo la sabiduría de Dios: ‘Les enviaré profetas y apóstoles; a algunos los perseguirán y matarán’; y así, a esta generación se le pedirá cuenta de la sangre de los profetas derramada desde la creación del mundo; desde la sangre de Abel hasta la de Zacarías, que pereció entre el altar y el santuario.
Sí, os lo repito: se le pedirá cuenta a esta generación. ¡Ay de vosotros, maestros de la Ley, que os habéis quedado con la llave del saber; vosotros, que no habéis entrado y habéis cerrado el paso a los que intentaban entrar! Al salir de allí, los escribas y fariseos empezaron a acosarlo y a tirarle de la lengua con muchas preguntas capciosas, para cogerlo con sus propias palabras.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Leyendo este Evangelio solo me viene al corazón la petición de no ser uno de los que matan a los profetas de Dios, ni tampoco de quedarme con la llave del saber impidiendo que otros entren en el Reino de los Cielos. ¡Dios nos libre! Puede venir la tentación de etiquetar a las personas según los personajes del Evangelio, pero este episodio es aplicable a cada corazón. ¿De qué profetas está hablando Jesús? ¿Quiénes son en mi corazón esos fariseos que rechazan a los profetas y que además proponen caminos equivocados?
Dios ha puesto en nuestro corazón un profeta, la conciencia, su presencia soberana que nos indica el camino. El Espíritu Santo nos habla a través de ella día tras día a sabiendas de que muchas veces haremos oídos sordos a su voz. Solo después de un tiempo nos damos cuenta de lo que esa voz nos estaba previniendo, y entonces nos comportamos como los fariseos que edifican mausoleos a lo que ya no podrá ser.
Escuchamos otras voces distintas a la de los profetas, la voz del capricho, de mi propia vanidad y soberbia, la voz de esos fariseos que creen tener la llave de mi felicidad. Pero qué gran alegría que Dios nos sigue mandando sus mensajes día a día, esperando que su pueblo santo se convierta y escuche finalmente su voz. No solo nos da profetas, nos ha dado también a su Hijo. ¿Hoy escucharemos su voz? ¿Endureceremos el corazón otra vez?
¿Qué quieres de mí hoy, Señor? Dame la misma finura de oído que tuvo María Santísima a la voz del Espíritu Santo. Yo quiero hacer tu Voluntad, porque sé que me quieres y que eres el camino para mi felicidad.
«La Iglesia necesita de los profetas. Diré más: necesita que todos nosotros seamos profetas. No críticos, esto es otra cosa. Una cosa es el juez siempre crítico a quien nada le gusta, ninguna cosa le gusta: ‘No, esto no esto no va bien, no va bien, no va bien. Esto debe ser así…”. Ése no es un profeta. El profeta es el que reza, mira a Dios, mira a su pueblo, siente dolor cuando el pueblo se equivoca, llora – es capaz de llorar sobre el pueblo – pero también es capaz de jugársela bien para decir la verdad». (S.S. Francisco, Homilía, 17 de abril de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Haré un buen examen de conciencia antes de acostarme preguntándome si en este día realmente me esforcé en conocer cuál era la Voluntad de Dios para mí.