Image Alt

Sembrando Esperanza

  /  Historias y anécdotas   /  HAZ LA DIFERENCIA EN ESTA CUARESMA

HAZ LA DIFERENCIA EN ESTA CUARESMA

Cuarenta días dedicados a contemplar el rostro doliente de Cristo crucificado, en el cual se nos revela nuestra identidad más íntima como hombres y como cristianos; y en el que podemos aprender, además, la lección suprema que Él vino a enseñarnos: la vida solo tiene sentido cuando se ama, y el amor consiste en la donación plena de sí mismo a ejemplo de Cristo. En Cristo Crucificado, por tanto, encontramos el secreto para ser felices y para vivir con plenitud nuestra vocación cristiana. ¿Qué sentido tiene todo esto?, ¿de qué ha servido tanto sufrimiento?

“¡Oh, vosotros, todos los que pasáis por el camino -nos dice Cristo desde la Cruz-, mirad y ved si puede haber un dolor tan grande como el mío!” (Lc 1,12). ¿Podía Dios haber hecho algo más para demostrarme su amor? Si fuese yo el único en esta tierra, la única persona necesitada de Su Redención, Él se habría encarnado y habría muerto igualmente en la Cruz por amor a mí, para salvarme de mi pecado.

Te comparto algunas reflexiones que te ayuden a vivir este tiempo con un deseo sincero de rectificar el rumbo, de forma que puedas dirigir tu vida hacia Dios y corresponder un poco a Su gran Amor.

Despréndete de tantas palabras huecas y sin sentido, llénate de la Palabra de DIOS, Ella guiará tus pasos hacia la Voluntad de Dios.

Abona tu Fe con la participación frecuente en la Eucaristía, un peregrino no puede llegar al final de su trayecto sin saber por qué o por quién lo hace: “El que come mi carne y bebe mi Sangre tiene Vida Eterna” (Jn 6, 54).

Carga tu conciencia con la rectitud del Espíritu, no caigas en la tentación de pensar que tu conciencia es aquello que te da la posibilidad de realizar, pensar o creer lo que a ti te convenga. Deja que Dios la eduque.

Vive con sobriedad estos días, no por tener mucho se es más feliz; la felicidad la da el uso correcto y sensato de las cosas, no el despilfarro ni la simple apariencia.

Busca insistentemente un espacio de silencio, en el silencio escucharás a Dios; para y Él te hablará al corazón. En el silencio de la Iglesia o de tu cuarto te encontrarás con Él.

Recapacita sobre quién necesita de tu comprensión o de tu perdón, si estás enojado con alguien, derriba esos muros que les separan; si, por el contrario, otros están distantes de ti, no dudes en pedir perdón y acercarte a ellos.

Lee, cada noche, un fragmento de la Palabra de Dios. ¿De qué nos sirve una mesa si no se sirve comida?, ¿para qué una valiosa joya si nunca se luce? La Biblia es la perla más preciosa y no siempre la más codiciada en un hogar cristiano.

No lo olvides, la Cruz de Cristo es una eterna paradoja. Una vida tronchada brutalmente en su plena madurez; un hombre fracasado, desnudo y abandonado, que se apaga en los estertores de una lenta y horrible agonía… Todo en la Cruz invita a hundirse en el abismo de la desesperación; y, sin embargo, es precisamente en la más densa y amarga oscuridad donde Cristo realiza el gesto más luminoso y rico de significado que un hombre pueda realizar: Ofrecerse a sí mismo al Padre y a cada uno de nosotros en un acto perfecto de amor. “Nadie tiene más amor que aquel que da la vida por sus amigos” (Jn 15,13). Vive con sentido tu Cuaresma.

Todo hombre, aunque sea muy religioso, siente que su actuar y su vida no siempre están en paz y reconciliación con Dios; se da cuenta de que a veces no está religado a Dios, sino que ha roto su relación con Él. Dejarse reconciliar es volver a aceptar nuestra condición “religiosa” y establecer con Dios las relaciones auténticas: no de enemistad o de odio, sino de amor y de amistad; no de separación o apartamiento, sino de cercanía e intimidad.

Las prácticas religiosas son necesarias, pero si no surgen del corazón, del recinto interior del hombre, fácilmente son manipulables al servicio de nuestros objetivos egoístas. Jesucristo quiere ofrecer al hombre un recto uso de estos actos.

Continuamos con las últimas 8 reflexiones para que hagas de esta Cuaresma, un momento diferente en tu vida.

            Siéntete a gusto en tu Iglesia, pide por ella, por el Papa, los obispos, los sacerdotes. En medio del desierto que estamos viviendo, también el maligno nos invita a dudar, a abandonar alejándonos de ellos. Ni sus representantes son tan buenos como quisieran ni, por supuesto, tan mediocres como algunos nos los pintan.

 

            Haz oración, no pienses que es difícil, es cuestión de decidirse y ponerse. Si fueras a un médico, te diría que el funcionamiento del corazón es muy difícil de explicar, pero el paciente, sin saber tanto, siente que en su interior se mueve con dos movimientos. La oración es el palpitar de Dios con el hombre  y del hombre con Dios.

 

            Bríndate generosamente, haz algo, aunque sea pequeño, en favor de alguna causa, pero, sobre todo, cuando lo realices ofréceselo a Dios; no te conviertas en un simple miembro de una “ONG”.  Como cristiano, la fuente de tú hacer el bien está en Dios y no en el altruismo que no rompe las barreras horizontales.

 

            Busca la paz, trabaja por ella en lugares tan cercanos como el trabajo, la escuela o la familia. ¿De qué nos sirve añorar la paz en el mundo, si luego somos incapaces de conseguirla en nuestros pequeños campos de batalla?

 

Si hace tiempo que no frecuentas el Sacramento de la Confesión, haz un esfuerzo; nuestra vida necesita un contraste, un consejo, una palabra oportuna. Alguien que, en nombre de Jesús, vaya al fondo de nosotros, nos cure y nos perdone. A veces, hasta una copa limpia necesita de una mano que la deje resplandeciente.

 

            Guarda vigilia y ayuna, nunca como hoy están tan de moda diversas recetas para adelgazar: no comer y hacer mucho ejercicio; pero la Cuaresma nos dice que para hacer fuerte el espíritu, es necesario –en el nombre de Jesús- estos signos (guarda, vigila y ayuna) que denotan algo muy importante: LO HACEMOS PORQUE JESÚS LO VIVIÓ PRIMERO Y FORTALECIÓ PARA TOMAR DECISIONES TRASCENDENTES. Lo contrario, en el fondo, es debilidad de fe.

 

            No te avergüences de ser católico y cristiano. ¿Por qué todo el mundo dice lo que quiere y nosotros hemos de ser tan prudentemente peligrosos con nuestro silencio?, ¿por qué tan tolerantes con otras religiones y tan poco respetuosos con la nuestra?, las raíces de nuestra tierra, recuérdalo, revívelo y manifiéstalo, son cristianas. ¡De ti depende!

 

Si vives bien y, además, arropado por el dinero, piensa que es una bendición de Dios. Comparte, algo por lo menos, con los necesitados. Una organización católica, tu parroquia, etc., serán el mejor cauce y el más seguro camino,  para –no solamente hacer limosna- sino además promover la justicia y el amor.

Estos días que vivirás de Cuaresma es la invitación a alejarte del ruido de la vida diaria para sumergirse en la presencia de Dios: Él quiere transmitirnos, cada día, una palabra que penetra en las profundidades de nuestro espíritu, donde discierne el bien y el mal. (cf Hb 4, 12) y fortalece la voluntad de seguir al Señor.

            Lee todo esto, piénsalo, medítalo y, con Cristo, sube ligero de equipaje y con una vida llena de fe hacia la Pascua.

 

Leave a comment