GOTAS DE ESPERANZA
Un frívolo estudiante recibió de un buen amigo un ejemplar de la sagrada Escritura. Al principio quiso tirarlo, pero después iba aprovechando sus hojas para liar sus cigarril1os. Pensaba en broma: «Haré que la palabra de Dios se disipe en humo.» Y así la iba quemando hoja tras hoja.
El evangelio de san Mateo, el de san Marcos, el de san Lucas y una. parte del de san Juan se habían convertido ya en humo. Un día se le ocurrió leer una hoja. Era precisamente el capítulo lo, y decía así: «Yo soy el buen pastor. El buen pastor da la vida por sus ovejas.» Esto le emocionó. Siguió leyendo más y más. Se le abrieron los ojos, y desde aquel día fue un hombre totalmente distinto.
Más todavía que por su palabra, la influencia del santo de la vida diaria se deja sentir por su vida. Jesús nos dice: «Resplandezca vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos» (Mt 6, 16). El calor que de Él dimana arrastra a muchos tras sí y los hace tornar a la práctica de un fervoroso y vívido cristianismo. Con un témpano de hielo no es posible hacer fuego. Es verdad este dicho, pero es igualmente cierto que el hielo no puede resistir largo tiempo el ardor del fuego.