GOTAS DE ESPERANZA
. Sucedió en la estación de Pisa.
Una madre, llena de alegría, esperaba a su hijo que volvía de la guerra después de haber caído prisionero de los alemanes.
El soldado, que había quedado ciego, no había querido comunicarlo a la familia.
Llegó el tren. La madre miraba con avidez acá y allá.
En esto ve a su hijo descender del tren, pero ayudado por otras personas. Se acerca y cae en la cuenta de que está ciego.
— ¡Hijo mío —exclamó, destrozada por el dolor—, hijo mío, si no ves!
— No te veo, madre —respondió el muchacho—, pero te siento.
¡ Cuántos, tratándose de los valores eternos del alma, podrán decir: «Te veo, pero no te siento», o también: «Ni te veo ni te siento.»
Hay muchos que, como cristianos que son, creen en Dios, en el cielo, en el infierno, pero no sienten estas verdades; es como si no las creyeran.