GOTAS DE ESPERANZA
Era un muchacho superdotado, de alma predestinada, que murió a los 19 años de edad. Enviado a un hotel transformado en sanatorio, un día asistió a una fiesta: baile, música, distracciones. En un entreacto abandonó la sala y, cuando se disponía a entrar de nuevo, de repente pensó en Jesús.
«¡Ya no vuelvo!», pensó. «Me ha mirado con ojos llenos de ternura. He comprendido, como otras mil veces, que me ama locamente, que tiene sed de mí. He comprobado el ardor de esta pasión; más aún, he comprendido que en este momento Él está solo; que necesita que piense en Él y le ame en este mismo momento; que necesita una respuesta mía, libre, de loco y ardiente amor, en respuesta a su amor.»
Mas luego, temeroso de no poder ver la atracción, volvió a la sala. Pero inmediatamente el contraste entre sus ideas y la odiosa atmósfera de frivolidad de la sala le produjo disgusto. Salió de nuevo y se retiró al guardarropa. Comprendió interiormente la mara villa del Dios-Amor.
Con todo, dejándose llevar por el deseo de no faltar a ciertos números, regresó a la sala, por lo que experimento un punzante sentimiento de infidelidad. «Dejando a Jesús solo, se dispersaron», recordó.
Por una cobardía, volvía al bullicio con perjuicio de las gracias que hubiera podido recibir.