GOTAS DE ESPERANZA
Una actriz parisiense, Eva Lavalliere, conoció duf1ante varios años el éxito y la gloria. En medio del vértigo de sus fiestas y triunfos, comprendió lo que era Dios y su destino. Generosa, se entregó a Él.
Quiso ingresar en el Carmen, pero no la aceptaron por razón. de su salud. Se alistó entre las enfermeras del Islam para continuar la obra del padre de Foucauld. Al cabo de tres años, desfallecen sus fuerzas y ha de volver a Francia. El director de un gran periódico parisiense va a visitada. La primera palabra de la conversación suena a canto de alegría y gratitud:
— No puede usted hacerse una idea de lo feliz que soy.
— ¿A pesar de sus dolores?
— A causa de ellos.
Y he aquí las palabras que ponen punto al coloquio, tras haber contado la conversión de su hijo, por quien ella ofreciera su nueva vida.
— Dígalo usted cuando le hablen de mí. He visto a la mujer más feliz.