GOTAS DE ESPERANZA
Teodosio el Joven se había alejado de su gente en una cacería y llegó muy fatigado a una cabaña. Era la celda de un anacoreta.
El solitario le tomó por un oficial de la corte y le recibió con toda reverencia. Oraron y, luego, se sentaron.
El emperador, que recorría con la mirada todos los rincones de la cabaña, no vio más que un canastillo con un pedazo de pan y un vaso de agua.
El anacoreta le invitó a tomar algo, y el príncipe aceptó gozoso.
Acabada la frugal recepción, se dio a conocer. El solitario se arrojó a sus pies, pero el emperador le levantó diciendo: «Feliz vos, padre mío, que vivís lejos de los negocios del siglo. La verdadera felicidad no se halla bajo la púrpura. Jamás había sentido tan íntimo gozo como cuando he tomado vuestro pan y he bebido de vuestro vaso.»