GOTAS DE ESPERANZA
Cuando el primer globo de gas se elevó en las Tullerías, tripulado por Montgolfier, la octogenaria y escéptica marquesa de Villeroy se hizo arrastrar en su poltrona hasta una ventana de su palacio convencida de la imposibilidad de la ascensión. Y cuando vio al aeronauta, aplaudido por el público, despegarse de tierra, pasó de la incredulidad a la fe más ilimitada en la potencia del género humano.
Cayó de rodillas exclamando: «Los hombres hallarán hasta el secreto de no morir.» Y melancólicamente añadió, dolida por su egoísmo: «Lo malo es que lo hallarán cuando ya me haya muerto.»
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