GOTAS DE ESPERANZA
El prefecto de un departamento de Francia, cristiano a medias, visitaba muchas veces los hospitales. Y, estando cierto día con la superiora en el despacho, entró una religiosa joven que, al ver al prefecto, hizo ademán de retirarse.
— Entre usted, hermana —dijo él—. ¿Cómo se llama?
— Hermana Leocadia —contestó la religiosa.
— ¿En qué departamento está usted?
— En la. sala de tiñosos.
— ¡Pobre hermana! — exclamó el prefecto—. Desde luego, tomará usted precauciones para no contagiarse. Usará guantes.
— No, señor; me sirvo de las manos, y, concluida la cura, me las lavo con agua clara.
— ¡Pobre hermana! Contraerá la tiña. Pídame cualquier gracia, que se la concederé.
— Pues bien, señor prefecto; no soy feliz, y usted puede hacer algo por mí: en la sala que está a mi cuidado hay sólo veinticinco tiñosos, y yo tengo robustez para cuidar cincuenta.
El prefecto quedó estupefacto. Después decía: «Ofrecí a una religiosa lo que quisiera pedirme, ¡y me pidió tiñosos!»