GOTAS DE ESPERANZA
Cuenta una leyenda que una madre tenía un hijo sordomudo. El hijo murió sin haber podido pronunciar nunca el nombre de su madre. La madre pasó largos años sufriendo silenciosamente su dolorosa herida: no oírse nunca llamar «madre» por aquellos labios del hijo de sus entrañas. ¡Era ésta la mayor pena de su corazón!
Llegó a vieja, murió… Su gran virtud la llevó enseguida al cielo. Allí la recibe su hijo, se echa a su cuello y con voz sonora y llena de cariño le dice: «¡Madre mía!»
¡Qué alegría la de aquella madre, y qué alegría la nuestra! Allí veremos a esos seres queridos cuya pérdida afectó nuestro corazón. ¡Con ellos viviremos felices con la felicidad de Dios, que dura siempre!
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