GOTAS DE ESPERANZA
En Namur (Bélgica) un niño de 10 años que frecuentaba las Escuelas Cristianas tenía, por desgracia, un padre blasfemo. Un día el niño volvió a casa más tarde de lo acostumbrado, lo que bastó para que el padre desencadenase las más bárbaras blasfemias. El niño, horrorizado, se postró de hinojos ante el padre y exclamó entre lágrimas:
— Si quiere, pégueme; estaré contento; ¡mas no maltrate el santo nombre de Dios!
La lección sirvió, y el blasfemo, habiendo reflexionado un poco, desde aquel momento no volvió a blasfemar.
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