GOTAS DE ESPERANZA
En 1868, don José Ignacio Arcia, arzobispo de Michoacán, preguntó a un tullido, viudo con dos hijas:
— ¿Cuál es tu oficio?
— Cazador.
—¿ Qué es lo que cazas?
—Venados. Dios me ayuda. Todos los días digo una oración a mi Padre, salgo con mi carabina, mato un venadito, mis hilas lo llevan a casa y, con la carne, cuernos y cuero que vendemos, nos mantenemos hace muchos años.
— Dime la oración —le ruega el arzobispo.
— Me da vergüenza; no la he aprendido en ningún libro, no me la ha enseñado nadie…
— Dila
— «¡Eh, Padre Dios!… Tú me has dado estas hijas y también me has dado esta enfermedad que no me deja andar. . Yo tengo que alimentar y vestir a mis hijas parque ellas no han de ir a ofenderte. ¡Ea pues, Padre mío!, ponme aquí cerca un venadito, donde ya lo pueda matar, y así quedará socorrida esta pobre familia.»