GOTAS DE ESPERANZA
El abogado Gillemin, de París, preguntó una vez a un joven que hacía prácticas en su estudio:
—Enrique, ¿crees en Dios y en su religión?
— ¿Yo? … Si he de decide la verdad, no creo nada.
— Si así fuese —respondió el otro—, serías semejante al perro de casa y al caballo de la cuadra, los cuales no creen en nada; tú, en cambio, crees algo; por lo menos,
crees que estás aquí. .
— Eso es cierto porque lo siento.
— Pero también crees que has nacido de tus padres, y que ellos tuvieron sus padres, y así sucesivamente hasta llegar al primer padre y a la primera madre, los cuales no pudieron hacerse por sí mismos, sino que fueron creados por Dios. Esto, si tienes razón, debes creerlo. Si, pues, crees en tu existencia, tienes que creer también en la de Dios; y, si crees en Dios, tienes que admitir por cierto cuanto Él enseña y hacer lo que Él manda.
El joven incrédulo comenzó desde aquel día a pensar, y la reflexión y el estudio lo hicieron creyente. Abandonó después la profesión de abogado y se hizo religioso dominico. Llegó a ser un célebre predicador, que difundió por toda Francia las verdades del evangelio. Fue d padre Enrique Lacordaire († 1861).