GOTAS DE ESPERANZA
El bendito san Francisco de Sales, que gustaba, para su vida espiritual, de hacer uso de una historia natural ingenua, hablando del hombre en sus relaciones con la gracia se acordaba de los vencejos.
Vosotros habéis visto esos pájaros negros que al comenzar el estío rubrican con sus alas rapidísimas el firmamento y vuelan incansables alrededor de las torres de las iglesias. Esos pájaros, que Aristóteles llamaba ápodos, tienen las patitas tan cortas y las alas tan largas que si por cualquier circunstancia adversa caen al suelo, ya no pueden emprender el vuelo. Los chicuelos los persiguen, y ellos dan vueltas por el suelo revolcándose inútilmente por el fango. Pero, si logran ponerse sobre una piedra, esperan allí el impulso del viento. El viento sopla y los eleva, y ellos entonces,. sobre las alas del viento, extienden las suyas y vuelven a reconquistar el espacio perdido.
Así el hombre dejado a su propio impulso no puede elevarse a las alturas de la vida sobrenatural. Necesita el impulso del Espíritu Santo. Por sí solo el hombre no puede volar; se revuelca inútilmente en el fango y es ludibrio de todos los enemigos que le persiguen. El soplo de la gracia es lo que le eleva a las alturas de Dios y de la vida eterna.