GOTAS DE ESPERANZA
Defendía un joven en una tertulia los milagros ante un auditorio de incrédulos. Citó a Celso, a Juliano, a Porfirio, a Rousseau, a Voltaire y a otros testigos nada sospechosos.
En vista de que no los convencía, cambió de táctica. En lugar de probar los misterios por los milagros, probó los milagros por los misterios.
— Al menos confesarán ustedes —dijo— que es muy difícil creer en nuestros dogmas.
— ¿Cómo muy difícil? —contestaron todos a una—.¡Imposible!
— Pues si es imposible —arguyó el joven—, ahí tienen ustedes un milagro: ¡Hay muchos que los creen!
No supieron qué contestar.
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