Gotas de esperanza
Conozco a un joven lechero alto y robusto. Sus ojos, puros y brillantes, tienen para todos un destello de luz. A todos les agrada la visita del lechero. En el desempeño de su oficio, siempre se le ve feliz y contento. Un día pude descubrir el secreto de su alegría. Aunque es sumamente pobre, encuentra indecible alegría en este pensamiento: «¡Dios está en mí; me mira en mis quehaceres; me da fuerza para desempeñarlos. Por eso soy tan alegre. En Dios no cabe desasosiego ni mal humor. Quien se encuentra conmigo —tal es el pensamiento de este joven —, ha de ver a Dios, o al menos ha de presentido.»
Cuantas veces veo a «Juan Feliz» me acuerdo del dicho de Lippert: «En último término, no importan el nombre, el hábito o el traje que llevemos, si podemos ser lamparita que irradie a su alrededor un poquito de santidad en medio de la noche de la vida humana.»