DIOS NO FRACASA Y NO PATROCINA FRACASOS
Hace poco reflexionaba unas palabras del Santo Padre Benedicto XVI, en ellas afirmaba lo siguiente: Dios no fracasa. «Fracasa» aparentemente; así sucedió con Adán y con tantos otros, pero en realidad no fracasa, pues de ello saca nuevas oportunidades de misericordia mayor, y su creatividad es inagotable. No fracasa, porque siempre encuentra modos nuevos de llegar a los hombres y abrir más su gran casa, a fin de que se llene del todo. No fracasa porque no renuncia a pedir a los hombres que vengan a sentarse a su mesa, a tomar el alimento que cada día pone a nuestra disposición, en el que ofrece el don precioso que es Él mismo. Dios tampoco fracasa hoy. Aunque muchas veces nos responda «no», podemos tener la seguridad de que Dios no fracasa.
Toda la historia, desde Adán, nos deja una lección: Dios no fracasa y por lo tanto no patrocina fracasos. También hoy encontrará nuevos caminos para llamar a los hombres, y quiere contar con nosotros como sus mensajeros y sus servidores. ¿Sabes qué se necesita para ser mamá? Bueno, podrías darme argumentos como: para ser mamá, primero se necesita ser responsable, tener madurez física e intelectual, planificar bien… etc. Pero la verdad, básicamente, lo que se necesita para ser mamá es un «papá» ¿cierto? Bien, ahora que ya sabemos lo que se necesita para ser mamá dime, ¿Cómo se hace un bebé? Bueno, para nadie es un secreto que para engendrar un bebé ambos padres aportan células importantes. En el interior de la mamá se lleva a cabo una verdadera carrera de vida o muerte, un maratón en donde millones y millones corren para anidarse y llegar a su nueva casa, al lugar que lo va a cobijar, proteger, cuidar y hacer crecer durante nueve largos meses. Pero lo sabemos, a esta meta, como en toda carrera, sólo uno es el ganador. ¿Sabes? y permíteme recordártelo, sólo el más capaz, el más rápido, el más fuerte, el que le ganó a esos millones, es el que ha recibido el premio de la vida.
No sé si me llegas a entender lo que quiero decir. En esa carrera no hay premio para el segundo lugar… es decir, de millones sólo uno alcanza el premio de la vida, el campeón o la campeona, es decir…, tú. Desde el momento en que eres concebido, en el vientre de tu madre ya traes la casta de campeón o campeona, ya eres un ganador. Por eso podemos afirmar, ¡Dios no patrocina fracasos! Si Dios que es el Señor de la vida quiso darte ese don, no es por un azar de la vida, o por un “despistín” de nuestros papás. Es porque Él tiene un plan maravilloso para ti. Por eso, cuando tú dices: «yo no sirvo para nada, yo no sé por qué nací, yo soy lo peor, yo soy un desastre»… estás ofendiendo a Dios; porque Él te hizo a su imagen y semejanza.
Dios… no nos hizo para fracasar. Hubo un momento en el que dejaste de creer en el amor, y luego apareció esa persona y no pudiste dejar de amarla cada día más. Hubo un momento en el que creías que la tristeza sería eterna; pero volviste a sorprenderte a ti mismo riendo sin parar. Hubo un momento en el que la amistad parecía no existir; y conociste a ese amigo que te hizo reír y llorar, en los mejores y en los peores momentos. Hubo un momento en el que estabas seguro que la comunicación con alguien se había perdido; y fue luego cuando te llegaron a tu chat unas palabras de esa persona. Hubo un momento en el que una pelea prometía ser eterna; y sin dejarte ni siquiera entristecerte, terminó en un abrazo.
Hubo un momento en que un examen parecía imposible de pasar; y hoy es un examen más que aprobaste en tu carrera. Hubo un momento en el que dudaste de encontrar un buen trabajo; y hoy puedes darte el lujo de ahorrar para el futuro. Hubo un momento en el que sentiste que no podrías hacer algo: y hoy te sorprendes a ti mismo haciéndolo. Hubo un momento en el que creíste que nadie podía comprenderte; y te quedaste boquiabierto mientras alguien parecía leer tu corazón.
Así como hubo momentos en que la vida cambió en un instante, nunca olvides que aún habrá momentos en que lo imposible se tornará un sueño hecho realidad. Nunca dejes de soñar, porque soñar es el principio de un sueño hecho realidad. «Todo lo que sucede, sucede por una razón, tiene un por qué y un para qué» y éstos están bañados y barnizados por el amor. Sí, el artífice de todo esto es Dios…, por eso tenemos que saber aceptar con humildad sus designios y sus tiempos, pues lo sabemos, son para nuestro bien.