CUARESMA, AYUNO DE QUE?
«Ayunen los ojos de toda mirada curiosa…
Ayunen los oídos, no atendiendo a las palabras vanas y a cuanto no sea necesario para la salud del alma…
Ayune la lengua de la difamación y la murmuración, de las palabras vanas, inútiles…
Ayune la mano de estar ociosa y de todas las obras que no sean mandadas.
Pero ayune mucho más el alma misma de los vicios y pecados, y de imponer la propia voluntad y juicio. Pues, sin este ayuno, todos los demás son reprobados por Dios.» (SAN BERNARDO).
Cuaresma, cuarenta días para qué, cuarenta días de qué, tal vez hoy nos podríamos preguntar, ¿Qué es para mi la cuaresma, qué beneficio real trae para mi vida, realmente ejerce ese cambio, la auténtica transformación que mi vida, lo que mi alma necesita hacer para dirigirse a Dios?. Cuarenta días de un camino de intensa preparación espiritual. Queremos volvernos a Dios, queremos acercarnos a la fuente que llene nuestro corazón de paz y esperanza. Dios en su infinita sabiduría a través de la Iglesia nos ofrece unas prácticas sencillas pero eficaces: orar, ayudar y dar limosna.
En efecto, la Cuaresma nos recuerda los cuarenta días de ayuno y oración que el Señor vivió en el desierto antes de emprender su misión pública, antes de hacer visible su entrega hasta dar su vida por los hombres. Leemos en el Evangelio: «Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. Y después de hacer un ayuno durante cuarenta días y cuarenta noches, al fin sintió hambre» (Mt! 4,1-2). Al igual que Moisés antes de recibir las Tablas de la Ley (cfr. Ex 34, 8), o que Elías antes de encontrar al Señor en el monte Horeb (cfr. 1R 19,8), Jesús orando y ayunando se preparó para realizar su misión.
¿Qué valor y qué sentido tiene privarnos de algo que en sí mismo sería bueno y útil para nuestro sustento?
- Es una gran ayuda para evitar el pecado.
- Es un medio para recuperar la amistad con Dios.
- Está presente desde el Génesis en toda la historia de la salvación. «De cualquier árbol del jardín puedes comer, mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que comieres de él, morirás sin remedio» (Gn 2, 16-17).
El verdadero ayuno consiste en cumplir la voluntad del Padre celestial, que «ve en lo secreto y te recompensará» (Mt 6,18). No tener la actitud de los fariseos que observaban escrupulosamente las prescripciones que imponía la ley, pero su corazón estaba lejos de Dios.
El ayuno y la oración tienen como objetivo vaciar nuestro corazón para llenarlo de algo más valioso, de la presencia de Dios y así adquirir la generosidad para entregar algo de nosotros mismos a nuestros hermanos los hombres, para llevar en nuestra vida, palabras y gestos de bien y de amor, y así ser verdaderos reflejos de Dios en un mundo que busca excluirlo, por eso vivamos esta cuaresma, con la intensión de hacer un verdadero ayuno, una sentida oración y un buscar dar algo a los demás.
Ayuna de juzgar a otros; descubre a Cristo que vive en ellos.
Ayuna de palabras hirientes; llénate de frases sanadoras.
Ayuna de descontento; llénate de gratitud.
Ayuna de enojos; llénate de paciencia.
Ayuna de pesimismo; llénate de esperanza cristiana.
Ayuna de preocupaciones; llénate de confianza en Dios.
Ayuna de quejarte; llénate de aprecio por la maravilla que es la vida.
Ayuna de las presiones que no cesan; llénate de una oración que no cesa.
Ayuna de amargura; llénate de perdón.
Ayuna de darte importancia a ti mismo; llénate de compasión por los demás.
Ayuna de ansiedad sobre tus cosas; comprométete en la propagación del Reino, «porque no se trata de religión sino de amor y compartir la paz verdadera.»
Ayuna de desaliento; llénate del entusiasmo de la fe.
Ayuna de pensamientos mundanos; llénate de las verdades que fundamentan la santidad.
«porque el centrarnos en lo material nos quita la paz y el salir del yo para compartir con los demás simplemente nos llena»
Ayuna de todo lo que te separe de Jesús; llénate de todo lo que a El te acerque.
Así llegarás con un nuevo corazón a celebrar el Evento más grandioso en la historia de la humanidad, la entrega incondicional de Dios hasta dar su vida por ti y por mi y vencer la muerte resucitando.