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Sembrando Esperanza

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CUANDO TÚ ESTABAS DENTRO Y YO TE BUSCABA FUERA…

Poseer la felicidad es un derecho que todos los hombres tenemos, forma parte del ideal de cada hombre y también del designio de Dios. ¿En dónde la buscas?, ¿ya la encontraste?, ¿te interesa conseguirla?, ¿qué medios estás poniendo para poseerla? Muchas veces la buscamos fuera en las cosas que se nos presentan amables, buenas y en otras no tan buenas; como sedientos después de varios días en el desierto, nos queremos saciar de ella, pero estoy seguro que llegaremos a la misma conclusión de San Agustín. Es la sed insaciable de la que todos tenemos necesidad.

San Agustín también en un momento de su vida estuvo sediento de felicidad, la buscó y fue tras ella; pero en un momento de lucidez y claridad, se dio cuenta que la tenía dentro, muy dentro de su corazón, hasta llegar a exclamar:

«¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé!

Tú estabas dentro de mí, y yo fuera, y por fuera te buscaba, y me lanzaba sobre las cosas hermosas creadas por Ti.

Tú estabas conmigo y yo no estaba contigo.

Me retenían lejos de Ti todas las cosas, aunque, si no estuviesen en Ti, nada serían.

Llamaste y clamaste, y rompiste mi sordera.  Brillaste y resplandeciste y pusiste en fuga mi ceguera.

Exhalaste tu perfume y respiré y suspiro por Ti.

Gusté de Ti y siento hambre y sed.

Me tocaste y me abraso en tu paz».

            Su experiencia de la felicidad plena la encontró en Dios, la Verdad misma que daría sentido a sus interrogantes.

La Sra. Jones, como San Agustín, sí supo en donde encontrarla, equilibrada y orgullosa, de 92 años de edad, cada mañana se paraba a las 8 en punto, estaba con su cabello peinado al estilo de peluquería y un maquillaje perfectamente aplicado, aún sabiendo que ella era casi ciega. Se mudó hoy a un asilo de ancianos. Su marido de 90 años recientemente había muerto, obligando a que esta mudanza se hiciera después de su fallecimiento.

Después de muchas horas de esperar pacientemente en la recepción del asilo de ancianos, ella sonrió muy dulcemente cuando le avisaron que su habitación estaba lista. Mientras ella maniobraba su andador al ascensor, yo le daba una descripción detallada de su pequeño cuarto, incluyendo las sábanas y cortinas que habían sido colgadas en su ventana: «Me encantan», -dijo ella con el entusiasmo de un chiquillo de 8 años al que acaban de mostrar un nuevo cachorro.

“Sra. Jones, usted aún no ha visto el cuarto. Sólo espere». «Eso no tiene nada que ver», -dijo ella. «La felicidad es algo que uno  decide con anticipación. El hecho de que me guste mi cuarto o no me guste, no depende en cómo esté arreglado el lugar, depende en cómo yo arregle mi mente. Ya había decidido de antemano que me encantaría. Es una decisión que tomo cada mañana al levantarme. Estas son mis posibilidades: puedo pasarme el día en cama enumerando las dificultades que tengo con las partes de mi cuerpo que ya no funcionan, o puedo levantarme de la cama y agradecer por las que sí funcionan.

Cada día es un regalo, y por el tiempo que mis ojos se abran me enfocaré en el nuevo día y en las memorias felices que he guardado en mi mente. Sólo por este momento en mi vida. La vejez es como una cuenta bancaria… uno extrae de lo que había depositado en ella. Entonces, mi consejo para ti sería que deposites gran cantidad de felicidad en la cuenta bancaria de tus recuerdos».

Gracias por lo que has hecho para llenar mi banco de memorias. Sigo depositando…

Recuerda las simples 6 reglas para ser feliz:

  1. Libera tu corazón de odio.
  2. Libera tu mente de preocupaciones.
  3. Vive humildemente.
  4. Da más.
  5. Espera menos.
  6. Y encuentra a Dios en tu corazón

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