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Sembrando Esperanza

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CUANDO EL PERDON ENTRA EN TU VIDA

De vez en cuando sobreviene una herida que te deja paralizado en tu camino; te sientes sacudido, ultrajado, reaccionas ardiendo en ira o te quedas frío, desconcertado; lo último que se te ocurre es volverte contra el que te ha herido, piensas que es imposible olvidar la herida, dejar de sentir indignación; quizá llegas a pensar que sería un error el perdonar lo que te han hecho, clama al cielo.

El perdón de las pequeñas faltas de todos los días es algo que todos damos y recibimos constantemente. Si te he pisado el pie, tú me dices enseguida: “no ha sido nada”; si alguien ha cometido un fallo que nos retrasa a todos el trabajo del día, acabamos sonriendo y, aquí no ha pasado nada. De pronto, te hiere el comentario de una amiga; ella se da cuenta de tu gesto y, rápidamente, te pide perdón y te hace una caricia. Es así como perdonamos y somos perdonados, casi sin darnos cuenta de lo que hacemos. Pero ¿qué pasa cuando llegan las grandes heridas que no tienen fácil curación? ¿Cómo podemos perdonar? Hay algunos que sí han encontrado respuesta a esta pregunta.

El perdón es la base para sanar las heridas de la mente, de la conciencia y del corazón.

El perdón es la clave para experimentar la libertad de espíritu.

El perdón es una barrera que debemos cruzar para ser totalmente libres, libres del pasado que en ocasiones nos puede atormentar y que no nos deja caminar por donde nosotros queremos. Sin perdón hay dolor, rencor, resentimiento y amargura. Comienza hoy a sanar las heridas que hay en tu interior, en tus recuerdos y en tu corazón. A continuación te comparto estas 4 clases de perdón que me acaban de llegar por Internet.

  1. Perdonarse a uno mismo.

Hay situaciones que producen una desilusión de nosotros mismos, una expectativa que yo tenía y que de la noche a la mañana se convirtió en un fracaso; no supe elegir, no supe ponderar todas las circunstancias, me apresuré en decidir, no calculé bien mis propias posibilidades, esto me llevó a tener actitudes y hechos cometidos que me humillaron, denigraron y me sentí avergonzado. Esta clase de fallas requieren de un auto-perdón.

Tenemos que aprender a liberarnos de nuestras propias fallas. ¡Perdónate! Nadie es perfecto, la misma esencia defectuosa propensa a fallar existe en todos los seres humanos; reconoce que no eres perfecto y que esta caída o fracaso es una oportunidad para aprender, para crecer y madurar en la vida. Perdonarte a ti mismo es aceptar con humildad tu condición real de ser humano; reconoce que no eres perfecto y comienza a mejorar. Perdonarte a ti mismo es un acto de humildad. Perdonarte a ti mismo te hará depositar la confianza en Dios para recibir la fortaleza y no volver a fallar. Sana esas heridas que hay en tu corazón, perdonándote y comenzando de nuevo.

  1. Perdonar a otros

El perdón sigue siendo un arma secreta en la vida cristiana para conquistar corazones y para ayudar al mundo por medio de la paz de la humanidad. El perdón requiere una enorme fortaleza, la única que vale; es la fuerza de quien sabe vencer al mal con el bien. Solo esta fortaleza es el antídoto que podrá salvar a este mundo enfermo.

Tal vez nosotros no tengamos mucho de qué perdonar ¡y cuánto nos cuesta a veces decir: “déjalo, no te preocupes más, te perdono!” ¡Cuántas veces nos vienen los rencores al corazón y nos dejan un sabor amargo en la boca! “Esta me la paga”, “¡que muerda el polvo!”. Y no nos damos cuenta de que la venganza y el rencor nos dañan en primer lugar a nosotros mismos y a aquellos que amamos. Esa angustia, esa insatisfacción que se forma en mí cuando no sé perdonar me va secando el corazón y me ciega ante la realidad.

Las heridas duelen y a veces mucho; pero alguien dijo: “La mejor venganza es el perdón” porque la falta de perdón te auto-esclaviza.

Te lastimas a ti mismo cuando no perdonas, mientras el ofensor no se percata de tus sentimientos.

Tu falta de perdón hacia otros te mantiene preso y atado a esa persona. ¡Solo serás libre perdonando! ¿Te fallaron?, bienvenido al planeta tierra.

Este es un mundo con injusticias, con seres humanos que tienen libre albedrío, que tienen sus propias debilidades.

Serás libre y feliz cuando cruces la barrera del perdón.

El día que aprendas a perdonar y olvidar, poseerás la virtud suprema.

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