AMAR A MARIA
- Segundo ejemplo. Otro hermano, mientras estaba escribiendo un libro en su celda, era molestado por el diablo con malos Por lo que se levantó indignado, con la intención de salir de la celda. Pero antes de hacerlo, tuvo una inspiración divina: miró la imagen de la Virgen Bienaventurada, que tenía consigo y acostumbraba saludar con devoción. Se arrodilló y comenzó a repetir el Ave María con las manos juntas. Súbitamente fue ayudado por la gracia divina. En efecto, acudieron a él María, nuestra Señora, y su divino Hijo. Entonces concluyó el Ave María que, a causa de la agitación, sólo había comenzado. Cuando dijo: «…Jesucristo. Amén», sintió en sí mismo el poder de Dios y desapareció toda tentación. Se maravilló de haber sido atendido con tanta rapidez y comprendió la gran utilidad del Ave María contra cualquier tentación del enemigo. Agradeció, pues, a Dios y dijo para sí: «Ahora entiendo que nuestra Señora Santa María es poderosa, y puede ayudar a todos los que recurren a ella». La noche siguiente se le apareció en sueños esta visión: le parecía que caminaba solo por el huerto adyacente al límite de la ciudad. Se le apareció Satanás y comenzó a espantarlo y a ponerlo en fuga. El fraile, impresionado de su aspecto, comenzó a correr para salvarse de él. No atreviéndose a salir fuera de los confines del monasterio, dejó pronto de correr y cayó en un foso de agua, lleno de fango. Tenía miedo de ahogarse, pues no había un alma viviente que le estirase una mano para ayudarlo. Entonces comenzó a recitar el Ave María y a pedir auxilio. Profundamente aliviado, casi liberado del lazo de la muerte, volvió en sí. Levantándose del lecho, comenzó a llorar de alegría y, de rodillas, rezó muchas Avemarías, añadiendo también estas palabras: «Ave María, dulce Señora nuestra, llena de gracia, el Señor esté contigo, puerta de la misericordia».
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