DIME COMO AMAS Y TE DIRE QUIEN ERES… CONOCE, VIVE Y TRANSMITE EL AMOR
Cuando hemos leído o escuchado las palabras de Jesús «hay que amarse los unos a los otros», son muchos los que se te quedan mirando y te preguntan: ¿Y amar, qué es?, ¿una ebullición de afectos?, ¿cómo se hace eso de amar, sobre todo cuando se trata de desconocidos, semi conocidos o personas que te han dañado?, ¿amar son, tal vez, solamente algunos impresionantes gestos heroicos?, ¿amar será un sentimiento que emerge en nuestro interior por determinados afectos o palabras bonitas que hemos escuchado?
«El arte de amar», “el arte de conocer el amor, vivirlo y de trasmitirlo”, es el arte de trascender en la vida y darle el verdadero sentido. No se necesitan de actos heroicos extremos. La vida que verdaderamente ama, está toda ella acompañada de muchos y pequeños gestos de amor, de esos que seguramente no cambian el mundo, pero que, por un lado, lo hacen más llevadero y, por otro, estiran el corazón de quien los hace.
Te ofrezco aquí una simple lista de 24 pequeñas maneras de amar:
Aprenderse los nombres de la gente que trabaja con nosotros o de los que nos cruzamos en el ascensor y tratarles luego por su nombre.
Estudiar los gustos ajenos y tratar de complacerles.
Pensar, por principio, bien de todo el mundo.
Tener la manía de hacer el bien, sobre todo a los que no se la merecerían teóricamente.
Sonreír. Sonreír a todas horas, con ganas o sin ellas.
Multiplicar el saludo, incluso a los semi conocidos.
Visitar a los enfermos, sobre todo a aquellos que están marcados por sufrimientos prolongados.
Prestar libros aunque te pierdan alguno. Devolverlos tú.
Hacer favores, y concederlos antes de que terminen de pedírtelos.
Olvidar ofensas, y sonreír especialmente a los ofensores. Tiene que ser un acto de la voluntad y del corazón.
Aguantar a los pesados. No poner cara de vinagre escuchándolos.
Tratar con antipáticos. Conversar con los sordos sin ponerte nervioso.
Contestar, si te es posible, a todas las cartas.
Entretener a los niños pequeños. No pensar que con ellos pierdes el tiempo.
Animar a tus mayores. No engañarles como chiquillos; pero subrayar todo lo positivo que encuentres en ellos.
Recordar las fechas de los santos y cumpleaños de los conocidos y amigos
Hacer regalos muy pequeños, que demuestren el cariño pero no crean obligación de ser compensados con otro regalo.
Acudir puntualmente a las citas, aunque tengas que esperar tú.
Contarle a la gente cosas buenas que alguien ha dicho de ellos, es decir, cultivar la beneficencia en medio de la crítica.
Dar buenas noticias.
No contradecir por sistema a todos los que hablan con nosotros.
Exponer nuestras razones en las discusiones, pero sin tratar de aplastar.
Mandar con tono suave, no gritar nunca. Si tienes que dar una negativa, hazlo con cariño.
Corregir de modo que se note que te duele el hacerlo.
La lista podría ser interminable y los ejemplos similares e infinitos. ¡Qué programa tan valioso y a la vez sencillo para los que queremos sembrar semillas de amor, en medio de nuestra sociedad tantas veces agresiva, indiferente, envidiosa y prepotente…! armémonos los unos a los otros, con un corazón magnánimo, así como Jesús nos amó, dispuestos siempre a dar lo mejor de nosotros mismos a los demás, sin esperar nada a cambio. Así como los primeros cristianos comprendieron tan hondamente, y sobre todo, practicaron tan heroicamente el gran principio que el Maestro les había dejado en su testamento antes de morir, que los mismos paganos, extrañados, les apuntaban con el dedo y tenían que confesar: «Mirad cómo se aman«.
Que ésta sea nuestra tarjeta de presentación a donde queramos presentarnos y que no tengamos miedo a que nos apunten con el dedo, para decirnos, “¡MIRA CÓMO AMA!”. Tal vez me dirás, ¡cuántas minucias! Pero con muchos millones de pequeñas minucias como éstas el mundo se haría más habitable.