Lecturas del Martes de la 24ª semana de Tiempo Ordinario
Primera lectura
Es cierto que aspirar al cargo de obispo es aspirar a una excelente función. Por lo mismo, es preciso que el obispo sea irreprochable, que no se haya casado más que una vez; que sea sensato, prudente, bien educado, digno, hospitalario, hábil para enseñar; no dado al vino ni a la violencia, sino comprensivo, enemigo de pleitos y no ávido de dinero; que sepa gobernar bien su propia casa y educar dignamente a sus hijos. Porque, ¿cómo podrá cuidar de la Iglesia de Dios quien no sabe gobernar su propia casa? No debe ser recién convertido, no sea que se llene de soberbia y sea por eso condenado como el demonio. Es necesario que los no creyentes tengan buena opinión de él, para que no caiga en el descrédito ni en las redes del demonio. Los diáconos deben, asimismo, ser respetables y sin doblez, no dados al vino ni a negocios sucios; deben conservar la fe revelada con una conciencia limpia. Que se les ponga a prueba primero y luego, si no hay nada que reprocharles, que ejerzan su oficio de diáconos. Las mujeres deben ser igualmente respetables, no chismosas, juiciosas y fieles en todo. Los diáconos, que sean casados una sola vez y sepan gobernar bien a sus hijos y su propia casa. Los que ejercen bien el diaconado alcanzarán un puesto honroso y gran autoridad para hablar de la fe que tenemos en Cristo Jesús.
Palabra de Dios
Salmo
R/. Danos, Señor, tu bondad y tu justicia
Voy a cantar la bondad y la justicia;
para ti, Señor, tocaré mi música.
Voy a explicar el camino perfecto.
¿Cuándo vendrás a mí? R/.
Quiero proceder en mi casa con recta conciencia.
No quiero ocuparme de asuntos indignos,
aborrezco las acciones criminales. R/.
Al que en secreto difama a su prójimo
lo haré callar;
al altanero y al ambicioso
no los soportaré. R/.
Escojo a gente de fiar
para que vivan conmigo;
el que sigue un camino perfecto
será mi servidor. R/.
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, mira este corazón inquieto, tan lleno de deseos, de ilusiones, de metas e ideales. Llénalo Tú. Dirígelo Tú. Enséñalo a amar.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 7, 11-17
En aquel tiempo, iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín, e iban con él sus discípulos y mucho gentío. Cuando se acercaba a la entrada de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba. Al verla el Señor, le dio lástima y le dijo: “No llores.” Se acercó al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon) y dijo: “¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!” El muerto se incorporó y empezó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre. Todos, sobrecogidos, daban gloria a Dios, diciendo: “Un gran Profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo.” La noticia del hecho se divulgó por toda la comarca y por Judea entera.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
¿Cómo es mi confianza en ti, Señor?, ¿qué se pasa por mi cabeza cuando escucho este tipo de evangelios?, ¿es todo ficción?, ¿son parábolas?, ¿invento de los evangelistas?, ¿o son quizá verdad? Tu testimonio es a veces tan fácil de aceptar pero otras veces te sales de todo esquema. ¡Resucitar un muerto! ¿Es que me pongo de verdad a pensar lo que eso significa? ¿Alguna vez me he detenido seriamente a intentar pensar en los evangelios como algo más que tan sólo relatos maravillosos? ¿Cuál es mi actitud frente a cada pasaje del evangelio? ¿Cuál habría sido, por ejemplo, el estupor que habría yo experimentado si me hubiese encontrado en esta escena?… Es que, si de verdad soy sincero conmigo mismo, no puedo ni siquiera imaginármelo.
Debo hacer un ejercicio de conciencia, un fuerte intento de abrirme a la experiencia de unos evangelios “vivos”. No son fábulas, no son historietas; ni siquiera son leyendas o narraciones que me buscan hacer crecer en la virtud. No, no son nada de eso. ¡Qué pobres habrían quedado si fueran considerados sólo como eso! Mejor me busco un libro de virtudes, un libro de superación personal, etc., etc. No, no son eso. Los evangelios van más allá, mucho más allá.
Los evangelios, en breve, son el testimonio de Dios y el puente hacia Él mismo. Sin embargo, cada uno de nosotros -yo- debemos aprender por nosotros mismos a leerlos así. Debo pedir también la gracia de poder acogerlos así. Si me vuelvo a topar con un pasaje en el que leo sobre la resurrección de un muerto, es que entonces un muerto fue verdaderamente resucitado. Dios se me ha manifestado una vez más en tal pasaje y querrá actuar también así en mi vida.
«Evangelizar es dar este testimonio: vivo así, porque creo en Jesucristo; yo despierto en ti la curiosidad de la pregunta “¿por qué haces estas cosas?”. Y la respuesta del cristiano debe ser esta: “Porque creo en Jesucristo y anuncio a Jesucristo y no sólo con la Palabra -hay que anunciarlo con la Palabra-, sino sobre todo con la vida”. O sea hacerse todo a todos, ir donde tú estás, en el estado del alma en el que te encuentres, en el estado de crecimiento en el que estés”».
(Homilía de S.S. Francisco, 9 de septiembre de 2016, en santa Marta).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy leeré un pasaje del Evangelio y meditaré qué me dice a mí y cómo puedo aplicarlo en este momento de mi vida.