GOTAS DE ESPERANZA
Mientras Juliano el Apóstata combatía contra los persas, un cuestor favorito suyo, que atravesaba una campiña solitaria, topó con un convento. Precisamente en aquel instante el cuestor pensaba en el próximo exterminio del cristianismo, que juzgaba seguro, cuando se le puso delante un fraile.
«He aquí a un odiado discípulo del Galileo», se dijo para. sí; después, vuelto al fraile, le preguntó en tono de chanza:
— ¿Qué hace al presente el hijo del carpintero? Quería aludir a Jesucristo. El monje le dio esta única respuesta:
— ¿No lo sabes? Está haciendo un ataúd.
Poco después Juliano dejó la vida en el campo (363), herido de muerte por una azagaya; y se dice que al morir exclamó con rabia: «¡Venciste, Galileo!»
Nosotros podemos repetir, a los enemigos de la fe, la amonestación de aquel monje: «¿No sabéis qué hace Jesucristo? Está construyendo un ataúd.»