Lecturas del Martes de la 7ª semana de Pascua
Primera lectura
En aquellos días, desde Mileto, mandó Pablo llamar a los presbíteros de la Iglesia de Éfeso.
Cuando se presentaron, les dijo: «Vosotros sabéis que todo el tiempo que he estado aquí, desde el día que por primera vez puse pie en Asia, he servido al Señor con toda humildad, en las penas y pruebas que me han procurado las maquinaciones de los judíos. Sabéis que no he ahorrado medio alguno, que os he predicado y enseñado en público y en privado, insistiendo a judíos y griegos a que se conviertan a Dios y crean en nuestro Señor Jesús. Y ahora me dirijo a Jerusalén, forzado por el Espíritu. No sé lo que me espera allí, sólo sé que el Espíritu Santo, de ciudad en ciudad, me asegura que me aguardan cárceles y luchas. Pero a mí no me importa la vida; lo que me importa es completar mi carrera, y cumplir el encargo que me dio el Señor Jesús: ser testigo del Evangelio, que es la gracia de Dios. He pasado por aquí predicando el reino, y ahora sé que ninguno de vosotros me volverá a ver. Por eso declaro hoy que no soy responsable de la suerte de nadie: nunca me he reservado nada; os he anunciado enteramente el plan de Dios.»
Palabra de Dios
Salmo
R/. Reyes de la tierra, cantad a Dios
Derramaste en tu heredad,
oh Dios, una lluvia copiosa,
aliviaste la tierra extenuada
y tu rebaño habitó en la tierra que tu bondad,
oh Dios, preparó para los pobres. R/.
Bendito el Señor cada día,
Dios lleva nuestras cargas,
es nuestra salvación.
Nuestro Dios es un Dios que salva,
el Señor Dios nos hace escapar de la muerte. R/.
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Hoy estoy aquí, Señor, porque mi alma tiene sed de ti. Quiero estar contigo y acompañarte estos minutos. Sé que Tú también deseas estar conmigo y te complaces de mi compañía. Te agradezco todo lo que me das día tras día. Gracias por el don de la fe, de la esperanza y del amor. Gracias por haberme creado y salvado. Te pido perdón por mis faltas y la gracia de ser mejor por amor a ti. Ayúdame a salir de esta oración con el deseo y la voluntad encendidos para llevar tu mensaje a los hombres e instaurar tu Reino en el mundo.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 17, 1-11
En aquel tiempo, Jesús levantó los ojos al cielo y dijo: «Padre ha llegado la hora. Glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo también te glorifique, y por el poder que le diste sobre toda la humanidad, dé la vida eterna a cuantos le has confiado. La vida eterna consiste en que te conozca a ti, único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien Tú has enviado. Yo te he glorificado sobre la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste. Ahora Padre, glorifícame en ti con la gloria que tenía antes de que el mundo existiera. He manifestado tu nombre a los hombres que tú tomaste del mundo y me diste. Eran tuyos y Tú me los diste. Ellos han cumplido tu palabra y ahora conocen que todo lo que me has dado viene de ti, porque yo les he comunicado las palabras que tú me diste; ellos las han recibido y ahora reconocen que yo salí de ti y creen que tú me has enviado. Te pido por ellos; no te pido por el mundo, sino por éstos, que tú me diste, porque son tuyos. Todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío. Yo he sido glorificado en ellos. Ya no estaré más en el mundo, pues voy a ti; pero ellos se quedan en el mundo».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
En este Evangelio me invitas con tu ejemplo a levantar mis ojos hacia el cielo. ¿Qué es lo que me quieres enseñar con este gesto, Jesús? Tal vez me estás motivando a vivir mi vida de cara a las cosas de arriba, a no detener mi mirada sólo en las cosas de este mundo, sino levantar mis ojos al cielo para recordar que es allí donde está el verdadero tesoro. Me impulsas a actuar de frente a la eternidad para la que me has creado. Mira, Señor, que a veces mi vida pierde algo de color por no elevar mi mirada. Ayúdame a recordar con frecuencia la meta a la que me llamas: el cielo.
También me hablas de la vida eterna. Yo quiero, Señor, vivir para siempre. Es un deseo que Tú mismo has puesto en mi corazón y que por lo mismo sólo Tú lo puedes satisfacer. Aumenta mi fe para creer en la vida eterna y que no todo acaba con la muerte. Creo que más allá de la muerte está tu amor por mí. Tú me recuerdas que conocerte y amarte es un adelanto de la vida eterna. Dame, entonces, esta gracia. Que no me espere a la vida eterna para conocerte y amarte. Quiero conocerte, verte, amarte, estar a tu lado desde ahora; quiero que mi vida eterna no empiece sólo después de la muerte, sino desde esta vida. Dame el deseo de llevarte a los demás y el anhelo que los demás también puedan obtener la vida eterna.
Tú has pedido a tu Padre por mí. No has pedido por el mundo. Has pedido por mí. Por mí. Con esto me demuestras que me amas de una manera particular. Tú no amas en masa. Tú amas a personas específicas, con situaciones específicas, con necesidades específicas, con nombres y apellidos. No amas grupos abstractos, me amas a mí… (pon tu nombre).
Gracias por amarme de manera particular, por amarme como soy. Gracias, Jesús, por continuar atento a mis necesidades, a mi situación, a mi existencia. Gracias por no ser un Dios lejano, sino el Dios que me ama, no por lo que tengo o hago, sino por lo que soy: tu hijo, tu hija.
«Jesús reza, pide para que la tristeza y el aislamiento no nos gane el corazón. Nosotros queremos hacer lo mismo, queremos unirnos a la oración de Jesús, a sus palabras para decir juntos: “Padre santo, cuídalos con el poder de tu nombre… para que estén completamente unidos, como tú y yo”, “y su gozo sea completo”. Jesús reza y nos invita a rezar porque sabe que hay cosas que solo las podemos recibir como don, hay cosas que solo podemos vivir como regalo».
(Homilía de S.S. Francisco, 20 de septiembre de 2015).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy haré un acto de caridad oculto a otra persona, sin buscar recompensa alguna, sino sólo la vida eterna.