VIDA / SUS EDADES
En un antiguo castillo danés, en Kronberg, pueden verse curiosos cuadros que están uno al lado de otro. El primer cuadro representa la infancia: un velero emprende su ruta hacia alta mar; en medio de la embarcación está sentado tranquilamente un niño, el cual mira el juego de las olas. Puede estar tranquilo porque un ángel tiene el timón en la mano; otra figura oscura que también se ve en el barco está dormida profundamente.
El segundo cuadro figura la juventud: el niño, trocado en un joven, clava su mirada en la misteriosa lejanía, en el porvenir desconocido, pero que promete tantas hermosuras. El timón sigue aún en manos del ángel, pero por desgracia, el maligno compañero de viaje ya se ha despertado, y a hurtadillas va acercándose al timón.
El tercer cuadro es el de la edad madura: el hombre tensas todas sus fuerzas, está luchando con el huracán despiadado; el mar oscuro, sombrío al rostro del hombre; el timón está en manos del espíritu maligno que con él viaja y con sonrisa diabólica dirige el rumbo hacia la tempestad que arrecia más y más.
En el cuarto cuadro se ve en el barco a un anciano encanecido, quebrantado; el puerto se divisa en la lejanía; la tempestad se ha apaciguado; los rayos del sol, en su ocaso, doran la superficie del agua; junto al timón aparece nuevamente el ángel, y el maligno compañero de viaje ha desaparecido ya por completo; ¡fue derrotado definitivamente! ¿No es ésta la historia de muchos hombres? ¡Y ojalá no sea vuestra propia historia!
Una niñez inocente, una juventud borrascosa, una madurez culpable, y Dios quiera que una vejez serena, en la que podamos llorar nuestros extravíos y ofrecer al Señor siquiera los restos de una vida que debió consagrarse sólo a Dios que es el dueño único del tiempo, las edades y de todas las vidas.