VANIDAD DE LA VIDA
En Génova, ciudad famosa por sus cementerios, lleno de magníficos monumentos funerarios, vivía una vieja vendedora de frutas, cuyos deseos se cifraban en poder tener también ella un hermoso mausoleo después de muerta. Por esto ahorraba, amontonaba céntimo a céntimo, se impuso privaciones durante toda su vida, y realmente consiguió la lápida de mármol.
¡Qué terrible pensamiento: el fruto de toda su vida no fue más que un trozo de piedra!
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