GOTAS DE ESPERANZA
Un sacerdote encontró a uno de sus conocidos, hombre de gran cultura que había vivido rodeado de comodidades. Una vez convertido, sólo pudo librarse de morir de hambre aceptando el oficio de portero de una casa, con la obligación de barrer y fregar la escalera.
Al preguntarle el sacerdote si no encontraba demasiado duro aquel trabajo después de una vida tan cómoda, el interrogado contestó: «Nada es duro si se posee el don sublime de la fe verdadera.»
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