Lecturas del Domingo 5º de Cuaresma – Ciclo C
Primera lectura
Esto dice el Señor, que abrió camino en el mar y una senda en las aguas impetuosas; que sacó a batalla carros y caballos, la tropa y los héroes: caían para no levantarse, se apagaron como mecha que se extingue. «No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo; mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis? Abriré un camino por el desierto, corrientes en el yermo.
Me glorificarán las bestias salvajes, chacales y avestruces, porque pondré agua en el desierto, corrientes en la estepa, para dar de beber a mi pueblo elegido, a este pueblo que me he formado para que proclame mi alabanza».
Palabra de Dios
Salmo
R/. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres
Cuando el Señor hizo volver a los cautivos de Sión,
nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares. R.
Hasta los gentiles decían:
«El Señor ha estado grande con ellos.»
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres. R.
Recoge, Señor a nuestros cautivos
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares. R.
Al ir, iba llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelve cantando,
trayendo sus gavillas. R.
Segunda lectura
Hermanos:
Todo lo considero pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor.
Por él lo perdí todo, y todo lo considero basura con tal de ganar a Cristo y ser hallado en él, no con una
justicia mía, la de la ley, sino con la que viene de la fe de Cristo, la justicia que viene de Dios y se apoya en la fe.
Todo para conocerlo a él, y la fuerza de su resurrección, y la comunión con sus padecimientos, muriendo su misma muerte, con la esperanza de llegar a la resurrección de entre los muertos.
No es que ya haya conseguido o que ya sea perfecto: yo lo persigo, a ver si lo alcanzo como yo he sido alcanzado por Cristo.
Hermanos, yo no pienso haber conseguido el premio. Sólo busco una cosa: olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que está por delante, corro hacia la meta, hacía el premio, al cual me llama Dios desde arriba en Cristo Jesús.
Palabra de Dios
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Ven Espíritu Santo, ayúdame a encontrarme en este breve momento de oración con Jesús. Aumenta mi fe, por favor, para creer que realmente estás aquí conmigo y que quieres hablar conmigo.
Padre, pongo en tus manos todas mis preocupaciones, las grandes y las pequeñas, y te pido que las lleves a buen término. Confío que Tú siempre estás cuidándome y que me das lo que necesito, pero te pido que aumentes mi confianza.
Jesús, gracias por este momento para encontrarme contigo. Me basta el simple hecho de pasar tiempo contigo, pero si me quieres decir algo, te pido que me ayudes a abrir mis oídos para escucharte.
Amén.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 8, 1-11
En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba. Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?». Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo. Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra». E inclinándose otra vez, siguió escribiendo. Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó sólo Jesús, con la mujer, en medio, que seguía allí delante. Jesús se incorporó y le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?». Ella contestó: «Ninguno, Señor». Jesús dijo: «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
A causa del pecado original muchas veces nos encontramos temiendo a Dios. Cuando nos equivocamos o pecamos es común tener la sensación de que, de alguna manera, Dios nos hará pagar el precio. Pero ¿es realmente Dios así?
Jesús ha venido a revelarnos quién es Dios y en este Evangelio resplandece su justicia misericordiosa.
Los escribas y los fariseos expertos en la ley de Moisés traman una trampa para Jesús porque, según esta ley, las mujeres que cometían adulterio debían de ser apedreadas. Pero durante este tiempo Jerusalén estaba bajo el dominio del imperio romano y solo ellos podían sentenciar a muerte. Por ello, si Jesús decía que la tenían que apedrear, entonces estaría yendo en contra de la ley de los romanos y podría ser acusado como un traidor de Roma, pero si decía que no la apedrearan entonces sería un traidor de la ley de Moisés. Pero todavía había una segunda trampa. Jesús se presentaba como alguien misericordioso; amigo de pecadores y por eso debería de perdonar a la mujer adúltera, pero también había dicho que había venido a dar plenitud a la ley entonces se supone que debería de seguirla y mandar que apedrearan a la que había cometido adulterio.
Según los escribas y los fariseos tenían a Jesús contra la pared; cualquier juicio que hiciera sería una contradicción a su propia enseñanza.
Y Jesús resuelve el dilema diciendo “el que esté sin pecado, que le tire la primera piedra”. Más adelante, en el Evangelio de San Juan, Jesús aclara que Él no vino al mundo a condenarlo, sino a salvarlo. Él tomó el peso de nuestros pecados y se ofreció como víctima al morir en la cruz. Necesitamos pedirle a Dios la gracia para que nos ayude a creer esto; que Jesús realmente “me amó y se entregó por mí” (Gal 2, 20). El perdón de nuestros pecados nos lo regala Cristo desde la cruz. Por más que nos cueste aceptar el perdón gratuito, necesitamos aceptarlo porque nosotros no podemos auto justificarnos y pagar por el precio de nuestras culpas. Solo Dios puede y ya lo ha hecho.
«En este tiempo de Cuaresma, estamos llamados a reconocernos como pecadores y a pedir perdón a Dios. Y el perdón, a su vez, al reconciliarnos y darnos paz, nos hace comenzar una historia renovada. Toda conversión verdadera está encaminada a un futuro nuevo, a una vida nueva, a una vida hermosa, a una vida libre de pecado, a una vida generosa. No temamos pedir perdón a Jesús porque Él nos abre la puerta a esta vida nueva.». (S.S. Francisco, Ángelus, 7 de abril de 2019).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Toma un minuto para hablar con Jesús y decirle que aceptas su perdón.