POBREZA CRISTIANA
Un día un pobre se lamentaba, sentado junto a una fuente:
– Antes era rico y poderoso; tenía tierras, palacios, criados… Los hombres se lo llevaron todo; los amigos fingen no conocerme; si me paro ante su puerta, me azuzan los perros. ¿Hay desventura mayor que la mía? Voy vestido de andrajos y no tengo con qué resguardarse del frío de la noche.
Un peregrino que le había oído replicó:
– Eres bien desdichado, en verdad; pero procura sentirte rico en tu pobreza, y nada turbará tus días.
– La pobreza me espanta. No tengo ni un vaso para beber en la fuente. Sólo puedo ayudarme con las manos.
– Pues yo. Repuso el peregrino. -Ni siquiera puedo servirme de las manos: me las han agujereado.
¡El peregrino era Jesús!
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