Lecturas del Lunes de la 2ª semana de Adviento
Primera lectura
EL desierto y el yermo se regocijarán,
se alegrará la estepa y florecerá,
germinará y florecerá como flor de narciso,
festejará con gozo y cantos de júbilo.
Le ha sido dada la gloria del Líbano,
el esplendor del Carmelo y del Sarón.
Contemplarán la gloria del Señor,
la majestad de nuestro Dios.
Fortaleced las manos débiles,
afianzad las rodillas vacilantes;
decid a los inquietos:
«Sed fuertes, no temáis.
¡He aquí vuestro Dios! Llega el desquite,
la retribución de Dios.
Viene en persona y os salvará.»
Entonces se despegarán los ojos de los ciegos,
los oídos de los sordos se abrirán;
entonces saltará el cojo como un ciervo,
y cantará la lengua del mudo,
porque han brotado aguas en el desierto
y corrientes en la estepa.
El páramo se convertirá en estanque,
el suelo sediento en manantial.
En el lugar donde se echan los chacales
habrá hierbas, cañas y juncos.
Habrá un camino recto.
Lo llamarán «Vía sacra».
Los impuros no pasarán por él.
Él mismo abre el camino
para que no se extravíen los inexpertos.
No hay por allí leones,
ni se acercarán las bestias feroces.
Los liberados caminan por ella
y por ella retornan los rescatados del Señor.
Llegarán a Sión con cantos de júbilo:
alegría sin límite en sus rostros.
Los dominan el gozo y la alegría.
Quedan atrás la pena y la aflicción.
Palabra de Dios
Salmo
R/. He aquí nuestro Dios; viene en persona y nos salvará.
V/. Voy a escuchar lo que dice el Señor:
«Dios anuncia la paz
a su pueblo y a sus amigos».
La salvación está cerca de los que lo temen,
y la gloria habitará en nuestra tierra. R/.
V/. La misericordia y la fidelidad se encuentran,
la justicia y la paz se besan;
la fidelidad brota de la tierra,
y la justicia mira desde el cielo. R/.
V/. El Señor nos dará la lluvia,
y nuestra tierra dará su fruto.
La justicia marchará ante él,
Y sus pasos señalarán el camino. R/.
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Ven, Santo Espíritu de Dios a reinar a mi corazón.
Sé Tú mi descanso, mi paz, mi consuelo y mi luz.
Ven, Espíritu del Amor.
Ven, calor ardiente que no cesa de llamarme a más.
Ven, fuego acogedor que me conforta en el frío y que me ilumina en la oscuridad, ven.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 5, 17-26
Un día estaba Jesús enseñando, y estaban sentados unos fariseos y maestros de la ley, venidos de todas las aldeas de Galilea, Judea y Jerusalén. Y el poder del Señor lo impulsaba a curar. Llegaron unos hombres que traían en una camilla a un paralítico y trataban de introducirlo para colocarlo delante de él. No encontrando por donde introducirlo, a causa del gentío, subieron a la azotea y, separando las losetas, lo descolgaron con la camilla hasta el centro, delante de Jesús. Él, viendo la fe que tenían, dijo: «Hombre, tus pecados están perdonados”. Los escribas y los fariseos se pusieron a pensar: «¿Quién es éste que dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados más que Dios?”. Pero Jesús, leyendo sus pensamientos, les replicó: «¿Qué pensáis en vuestro interior? ¿Qué es más fácil: decir ‘tus pecados quedan perdonados’, o decir ‘levántate y anda’? Pues para que veáis que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar pecados -dijo al paralítico-: A ti te lo digo, ponte en pie, toma tu camilla y vete a tu casa”. Él, levantándose al punto, a la vista de ellos, tomó la camilla donde estaba tendido y se marchó a su casa dando gloria a Dios. Todos quedaron asombrados, y daban gloria a Dios, diciendo llenos de temor: «Hoy hemos visto cosas admirables”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Ya es diciembre y comenzamos a organizar actividades para celebrar la llegada del Señor al mundo. ¡Qué cosa más agradable podría ser abrir una buena botella de vino y escuchar cómo suena su caer en la copa mientras nuestros amigos y seres queridos ríen y se alegran por la gran alegría del amor fraterno y la redención de Señor! Así como el destapa corchos es lo único que puede abrir una botella de vino, así también la fe es un destapa corchos que nos permite zafar el corcho de nuestra incredulidad y gozar de las delicias que contiene la botella de la redención.
Cristo, viendo la fe de este grupo que acompañaba al paralitico no pudo más que aceptar su requerimiento. ¡Qué a gusto te sientes cuando alguien confía en ti! ¿Acaso no se siente uno dichoso cuando alguien más le confía algún secreto importante? Así también para Jesús no hay nada que le derrita más su Corazón que ver que confiamos en Él, que tenemos fe.
El paralítico y sus compañeros, al creer en el Maestro, destapan el corcho de la botella de la redención. El Señor no sólo cura al paralitico; le perdona sus pecados. Jesús deja derrochar la abundancia de Su gracia.
Los fariseos tenían razón al escandalizarse, pues sólo Dios perdona los pecados: «¡Rinde honor a tu nombre, Señor, y perdona mi deuda, que es muy grande!» (Sal 25, 11). Simplemente les falto dar el paso de la fe que los otros ya habían hecho: «Mis ojos nunca se apartan del Señor, pues él saca mis pies de la trampa. Mírame y ten compasión de mí, que estoy solo y desvalido. Afloja lo que aprieta mi corazón y hazme salir de mis angustias» (Sal 25, 11-16). Así también, hoy y ahora Cristo me llama a reconocer mi necesidad ante Él, confiado en que Él es la redención: «En cuanto un hombre teme al Señor, él le enseña a escoger su camino. Su alma en la dicha morará, y sus hijos heredarán la tierra. El secreto del Señor es para quien lo teme, le da el conocimiento de su alianza» (Sal 25, 12-14).
«Mira al paralítico y le dice: «Tus pecados están perdonados». La curación física es un regalo, la salud física es un regalo que debemos cuidar. Pero el Señor nos enseña que también la salud del corazón, la salud espiritual, debemos custodiarla. (…) Nos preocupamos tanto por nuestra salud física, afirma, nos damos consejos sobre médicos y medicinas, y es algo bueno, «¿pero pensamos en la salud del corazón? Hay una palabra de Jesús que quizás nos ayude: «Hijo, tus pecados están perdonados». ¿Estamos acostumbrados a pensar en esta medicina de perdonar nuestros pecados, nuestros errores? Nos preguntamos: «¿Tengo que pedirle perdón a Dios por algo?» «Sí, sí, sí, en general, todos somos pecadores», y así se diluye y pierde fuerza, este poder de profecía que tiene Jesús cuando va a lo esencial. Y hoy Jesús nos dice a cada uno de nosotros: «Quiero perdonar tus pecados»». (S.S. Francisco, Homilía del 17 de enero de 2020).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Pregúntate: ¿Qué aspecto de mi vida me falta por dejar que Cristo entre en mi corazón? ¿Mi trabajo? ¿Mis relaciones con los demás? ¿Mi vida familiar? ¿Por qué? ¿Qué hay ahí que no está bien, o que se puede mejorar a la luz del Amor? ¿Qué corcho me queda por destapar con la fe? Quizás halles allí algún buen propósito de Adviento.