PEREZA O FALSA PACIENCIA
Un zorro, habiendo llegado a viejo, renunció a la caza y a las aventuras. Visitaba cada noche un corral vecino a su guarida, y allí iba echando barriga sin peligro ni fatigas.
En cierta ocasión se descuidó al emprender el camino de retorno, el sol ya había salido y todos los aldeanos estaban ya trabajando. Ir a refugiarse en su guarida era cosa peligrosa. Para salir de apuros se tendió en medio del camino y simuló estar muerto. «Paciencia —se dijo‑; con paciencia podré salvarme».
El primero que pasó junto al animal «muerto» ni siquiera le miró; el segundo le dio un puntapié para ver si realmente estaba muerto; el tercero, un niño, se dedicó a arrancarle pelo por pelo su bigote. «Paciencia – se dijo el zorro – el niño no sabe lo que hace. Más vale soportar con sangre fría esta pequeña molestia, que exponerse a una muerte cierta..».
Luego llegó un cazador con la escopeta al hombro. «Las garras de este animal pensó son un remedio excelente contra la inflamación de las uñas». Y sacó su navaja. «Paciencia ‑ se dijo el zorro — más prudente es ir con tres garras por el mundo que morir con las cuatro. Y se dejó mutilar sin rechistar.
Por fin pasó por allí una mujer llevando en brazos a un niño. «De los dientes de este animal ‑ pensó – haré un collar para mi niño porque ese es un medio muy bueno para guardarlo de la miradas malignas». El zorro consintió que se los sacaran diciendo para sus adentros: «Paciencia, paciencia»
La tuvo hasta que pasó por allí un ladrón que le arrancó el corazón. Entonces se dio cuenta, demasiado tarde de que el peligro más seguro es… cierta clase de paciencia.